OPINIÓN
El acuerdo presupuestario en el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz en los partidos del gobierno y EH Bildu es de tan gran calado que ha tenido efectos no esperados en el escenario estratégico de nuestra ciudad.
Vamos a recapitular. Durante el pasado mandato, el PP tuvo una actitud muy agresiva con el gobierno municipal liderado por Gorka Urtaran. Se presentaban ante la ciudadanía como los mayores rivales del alcalde jeltzale y los espacios que dejaban a este en cuanto a críticas eran muy pequeños. Básicamente, era una estrategia de desgaste en todos los frentes, incluso convirtieron un olivo seco en un motivo de pelea.
Si bien es cierto que la estrategia tenía su sentido, el aparecer ante la ciudadanía con demasiadas críticas, pero con pocas propuestas les alejaba del gobierno municipal en las elecciones de 2023 y sabedores de esto, los populares cambiaron su estrategia de cara a la campaña municipal. Tal vez lo hicieron tarde y este cambio de sentido, si bien mejoro su posición electoral, no termino por auparles a la pelea por gobernar Gasteiz.
Sin embargo, el contexto que dejaron las elecciones que favorecían esta nueva estrategia del PP como un partido que, desde la oposición podría contribuir a los acuerdos con el gobierno municipal de Maider Etxebarria.
Con un EH Bildu en la oposición habiendo ganado las elecciones y un gobierno en minoría liderado por el PSE, al PP se le abría un mundo de posibilidades para presentarse ante la ciudadanía como una opción con la que se puede hablar, alejada de la confrontación y, por tanto, una opción viable de gobierno. Evidentemente, las críticas al gobierno Etxebarria no iban a dejar de fluir (El PP sabe que sigue siendo un partido de la oposición), pero la crítica no estaba siendo tan agresiva como con el gobierno Urtaran.
Parecía que los intereses fluían y que tanto gobierno municipal como PP y lo que se trasladaba hacia la ciudadanía era que, para el gobierno municipal, el PP era el socio preferente.
Entonces, en lo que para mí fue un error de cálculo tremendo (posiblemente propiciado por las declaraciones de rechazo de la alcaldesa hacia EH Bildu) en el PP pensaron que estarían así, pactando sin ningún tipo de acuerdo general para los 4 años con el gobierno municipal y que podían arriesgar a dejar sin acuerdo el presupuesto de la ciudad sin grandes consecuencias.
Sorpresa, esto no era así. Uno de los atributos negativos del gobierno municipal era la inacción y el atasco. No sacar adelante los primeros presupuestos reforzaría este atributo negativo de forma irremediable para los próximos 3 años y medio y, por tanto, para Etxebarria era fundamental sacarlos adelante.
En este escenario, llega EH Bildu, con una nueva marca que transmitir y una necesidad electoral y se presenta como alternativa de oposición útil, llega a un acuerdo presupuestario y descoloca al PP de tal manera que los conservadores recurren a las bajas formas de la crítica dura.
Los de Domaica se han vuelto a exceder y califican el acuerdo de radical (yo no veo en ninguna de las partidas algo que pueda considerarse radical) y acusan a Etxebarria de ‘echarse en brazos de EH Bildu’.
Seguramente, la propia necesidad del gobierno vuelva a poner al PP en el mapa de los acuerdos, pero estos bandazos y cambios de guion, no suelen gustar al electorado. Además, si el PP quiere reabrir una estrategia de línea dura en su crítica, debe saber que volverá a la posición que estaba antes. Una opción de oposición perpetua con crecimientos electorales pequeños y pocas posibilidades de gobernar la ciudad.
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INFORMACIÓN DEL AUTOR
MIKEL GÓMEZ
Politólogo experto en comunicación política. Ha trabajado en diversas campañas electorales en México y Colombia y ha desarrollado investigaciones sobre el sistema de partidos políticos en Euskadi.
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