En pleno centro de Vitoria, el Palacio de la Diputación Foral de Álava —también conocido como la Casa Palacio de la Provincia— es mucho más que la sede del Gobierno foral desde hace más de 180 años. Su historia, más antigua y compleja de lo que parece, refleja la evolución política, social y urbanística del territorio.
Concebido como respuesta a siglos de inestabilidad institucional, su construcción marcó un antes y un después en la consolidación del poder foral. Fue un proyecto deseado durante generaciones, y su historia —documentada minuciosamente por la investigadora María Camino Urdiain— es hoy una referencia imprescindible para comprender el presente de las instituciones alavesas.

Un anhelo secular
Durante más de tres siglos, las Juntas Generales de Álava no contaron con una sede fija. Las sesiones se celebraban en espacios alquilados o prestados, como el Hospital de Santa María, el Convento de San Francisco, el Ayuntamiento de Vitoria o incluso domicilios particulares. Esta situación era vista como una muestra de debilidad y provisionalidad.
En 1772 se planteó por primera vez construir un edificio propio. Pero la situación económica —marcada por la inversión en caminos y otros proyectos públicos— obligó a descartar la propuesta. En palabras de los procuradores alaveses de aquella época: “el pueblo más infeliz tiene su casa concejil”.
Hubo que esperar medio siglo más para que el proyecto avanzara. Entre 1827 y 1831 se exploraron múltiples opciones. Se valoraron casas en la Plaza Nueva, propiedades nobiliarias y terrenos próximos al Convento de San Francisco. Ninguna opción convencía del todo, ya fuera por razones técnicas, económicas o políticas.

1831: El impulso definitivo del diputado general Diego de Arriola
El gran punto de inflexión llegó en 1831, con Diego Manuel de Arriola y Esquivel como diputado general. Fue él quien retomó con decisión el plan para dotar a Álava de una sede digna, estable y representativa. Se designó una comisión y se inició la búsqueda de un terreno apropiado.
El lugar elegido fue una parcela situada en las Cercas Altas, entonces en la periferia sur de Vitoria, pero ya en expansión. Pertenecía a su cuñado, el general Miguel Ricardo de Álava, lo que facilitó las gestiones. El entorno reunía varias ventajas: accesibilidad, amplitud, buena conexión con el centro urbano y visibilidad institucional.
Pero el terreno tenía un inconveniente: su cercanía al río Zapardiel. Esto obligó a realizar obras de embocinado (canalización subterránea del cauce) para evitar inundaciones y permitir la cimentación del futuro edificio.

1833-1844: La primera fase de construcción y una guerra que lo paralizó todo
El diseño fue encargado al arquitecto provincial Martín de Saracíbar. Su proyecto era sobrio, funcional y acorde con el estilo neoclásico de la época. Se preveía un edificio con planta baja y principal, gran salón de juntas, oratorio, salas de comisiones, archivo y oficinas.
Las obras comenzaron en 1833. Sin embargo, la irrupción de la Primera Guerra Carlista (1834–1839) paralizó los trabajos. Solo en 1840 se retomó la construcción, que culminó en 1844. Ese mismo año se amueblaron las salas, se completaron los jardines traseros y se adecuó la plaza frontal, que pasaría a llamarse Plaza de la Provincia.
En 1851-1852 se incorporaron dos esculturas de leones de piedra en la fachada, obra de Francisco Ruperto López de Alegría, aportando solemnidad a la imagen institucional del edificio.

1856-1859: El segundo piso y una nueva etapa de ampliación institucional
Pese a la reciente inauguración, apenas una década después se percibía la necesidad de ampliación. En 1856 se adjudicaron las obras al cantero Domingo María de Hormaechea. Se añadió un segundo piso destinado a estancias para visitas reales, despachos del diputado general y nuevas oficinas administrativas.
También se construyó una entreplanta para el servicio, con cocinas, baños y dormitorios. Se renovó la decoración interior, se añadieron obras de arte, heráldica institucional, mobiliario y elementos ornamentales.

Reformas continuas: del siglo XIX a la gran transformación del siglo XX
El edificio ha sido objeto de constantes reformas y ampliaciones para adaptarse a las nuevas necesidades institucionales. Desde finales del siglo XIX hasta principios del XX, arquitectos provinciales como Pantaleón Iradier y Fausto Íñiguez de Betolaza introdujeron avances como calefacción, electricidad, reorganización de oficinas y red telefónica.
Julián Apraiz continuó estas mejoras entre 1914 y 1935. Pero fue a partir de los años 40, con Jesús Guinea al frente, cuando se produjo una transformación estructural profunda. Se intervino en el vestíbulo, escaleras, porche, cubierta y suelos. En 1962 se construyó una planta adicional en la fachada posterior, y se reformó toda la cubierta.
Durante los años 70 y 80 se llevaron a cabo reformas integrales en las zonas nobles: sala de juntas, salón de recepciones, galería de retratos, entre otras. Se construyeron además edificios anexos para oficinas técnicas.

Últimas intervenciones (1980–2005): restauración, modernización y memoria
Entre 1981 y 1997 se acometieron nuevas reformas en las alas derecha e izquierda del edificio. En 1994-95 se restauró la fachada. En 1998 se habilitó una sala de prensa, y en 2005 se incorporaron vidrieras diseñadas por el maestro Mikel Delika en el área del despacho del diputado general.
Estas últimas intervenciones estuvieron dirigidas por el arquitecto José Luis Catón, que formó parte del equipo técnico de la Diputación hasta su jubilación en 2017.

Un legado político reflejado en piedra y retratos
El Palacio también es un archivo visual y simbólico de la historia política de Álava. La galería de retratos de diputados generales, situada en la zona noble, ha sido reformada en múltiples ocasiones (1940, 1957, 1967, 1973, 1987). Esta colección humaniza y da continuidad institucional a la historia del edificio.
Además del ya mencionado Diego de Arriola, también destaca la figura de Valentín de Verástegui, quien fue evaluado como posible vendedor de una de las propiedades candidatas a sede foral. En tiempos recientes, el actual diputado general Ramiro González ha apoyado la recuperación de esta memoria histórica a través de publicaciones e iniciativas institucionales.

Un edificio abierto, vivo y en contacto con la ciudadanía
Desde febrero de 2025, la Diputación ha puesto en marcha un programa de visitas guiadas que ha superado todas las expectativas. Las plazas se han agotado, y se han anunciado nuevos grupos a partir de septiembre.
Durante las visitas, los asistentes pueden recorrer la Sala de Juntas Generales, el despacho del diputado general, los salones históricos y la galería de retratos. “El edificio fue diseñado por Martín de Saracíbar y se terminó de construir en 1844”, explica el guía. “En 1856 se añadió un segundo piso para adaptarse a las nuevas necesidades del gobierno foral”.