El Archivo de Álava conserva una de esas fotografías que invitan a quedarse mirándolas un rato. Se trata de una estampa nevada de la Plaza de la Virgen Blanca, tomada hacia 1950, cuando la ciudad todavía respiraba con la calma de época y el tráfico apenas comenzaba a asomar. La imagen, en blanco y negro, permite recorrer con la vista un escenario que hoy resulta familiar, pero distinto a la vez.
En el centro se alza el Monumento a la Batalla de Vitoria, cubierto por un manto de nieve que suaviza sus relieves. A su alrededor, los senderos marcados por el paso de vecinos y vecinas dibujan líneas improvisadas entre los bancos y los pequeños árboles podados. Las farolas, altas y sobrias, completan la escena.
Vida cotidiana bajo la nieve
La fotografía muestra a numerosas personas caminando por la plaza, algunas solas, otras en familia, avanzando con paso lento entre el hielo y la nieve acumulada. No hay prisa. Todo parece moverse al ritmo pausado de una ciudad que aún no conocía la urgencia de los tiempos modernos.
En uno de los laterales aparece un vehículo antiguo, probablemente de los años 40 o 50, que ayuda a situar la imagen en su época. Al fondo, los edificios mantienen su silueta reconocible, pero con detalles arquitectónicos que hoy ya no existen: balcones acristalados, cornisas más pronunciadas y tejados cargados de nieve.
Una postal de invierno que sigue presente
Lo que convierte esta fotografía en una pieza tan evocadora es su capacidad para mostrar una Vitoria-Gasteiz que ya no está, pero que tampoco se ha ido del todo. La plaza es la misma, el monumento sigue en su sitio y la nieve continúa visitando la ciudad cada invierno, aunque de forma más breve y menos contundente que en aquella época.
La imagen, hoy custodiada en el Archivo de Álava, es una ventana abierta a una ciudad más tranquila, más silenciosa y, en cierto modo, más íntima. Un recordatorio de que Vitoria siempre ha tenido algo de postal invernal.

