El pasado 31 de octubre quedará marcado en el calendario de la sanidad vasca como un día de narrativas enfrentadas. En apenas unas horas, Euskadi fue testigo de cómo el mismo tema —la salud mental— generaba discursos radicalmente opuestos desde las instituciones y los sindicatos.
Una mañana de promesas, una tarde de denuncias
La jornada comenzó en Getxo, donde el lehendakari Imanol Pradales presentaba los Faros de Innovación, una estrategia dotada con más de 102 millones de euros hasta 2030 que sitúa a Euskadi en la senda de convertirse en «un polo europeo de alta innovación». Entre los nueve ejes prioritarios, la salud mental ocupa un lugar destacado dentro de la tercera transición —la Sociodemográfica y Sanitaria—, identificándola como una de las áreas con mayor morbilidad y mortalidad, junto a la oncología, las enfermedades cardiovasculares o las neurodegenerativas.
«Estamos eligiendo y arriesgando. Poniéndonos fuertes en lo que somos buenos. Focalizando áreas estratégicas para Euskadi», declaraba Pradales durante la presentación, enfatizando que el Gobierno vasco está «encendiendo las luces largas» para orientar sus esfuerzos en innovación.
Pero mientras en Getxo se hablaba de futuro, en Vitoria-Gasteiz la realidad del presente golpeaba con fuerza. A las 11 de la mañana, coincidiendo con la reunión de la Mesa Sectorial de Sanidad, el sindicato ELA se concentraba frente a la sede de Osakidetza para denunciar lo que considera «un proyecto de desmantelamiento de las Redes de Salud Mental».
La denuncia de ELA: opacidad y riesgo de privatización
En su comunicado, difundido a las 13:43 horas, ELA denunciaba un proceso que califica de «opaco», desarrollado «sin la participación de la plantilla y de la Mesa Sectorial, que es el ámbito legítimo de negociación». Según el sindicato, este proceso se ha gestado en el Pacto de Salud y «no solo pone en riesgo las condiciones de trabajo de la plantilla, sino que además pone en riesgo los puestos de trabajo y abre las puertas a posibles privatizaciones».
Para ELA, la situación sobre el terreno es preocupante: faltan psiquiatras y psicólogos clínicos, escasez de personal de enfermería especializado y altas cargas de trabajo que han llevado incluso a la huelga a las auxiliares de enfermería (TCAEs) del Hospital Psiquiátrico de Araba.
El sindicato califica además como «medida estética» la reciente incorporación de psicólogos sin especialidad en Atención Primaria, considerando que esta iniciativa «pretende maquillar la verdadera realidad que soportan las redes de salud mental» sin abordar los problemas estructurales del sistema.
Además, ELA aprovechó para denunciar la situación de temporalidad en Osakidetza: con más de 27.000 trabajadores temporales (una tasa superior al 50%), el sindicato critica que, pese a la «propaganda» sobre la próxima OPE, no se está aplicando la tasa adicional que permitiría situar la temporalidad en el 8% exigido por la Ley Iceta.
La respuesta de Osakidetza: grupos de trabajo y garantías
A las 17:05 horas, tras la reunión de la Mesa Sectorial, Osakidetza emitió su respuesta oficial rechazando categóricamente las acusaciones. El Servicio Vasco de Salud asegura que «no existe ningún desmantelamiento» y explica que actualmente hay dos grupos de trabajo «realizando una reflexión sobre la ruta asistencial para buscar la mejor solución para el paciente y sus familias».
Estos grupos, según Osakidetza, están compuestos por profesionales de la red de salud mental, personal del ámbito sociosanitario, asociaciones de pacientes, representantes del área de Educación y expertos de referencia estatal. El trabajo responde a la línea estratégica número 11 del Pacto Vasco de Salud, y las conclusiones se presentarán una vez finalizada la reflexión.
Osakidetza subraya además que «cualquier decisión que implique modificaciones en las condiciones de trabajo siempre pasa por la Mesa Sectorial de Sanidad», calificando como «falsas» las informaciones sobre posibles cambios unilaterales en las condiciones laborales.
En la misma reunión, la Mesa Sectorial aprobó la tasa de reposición para 2025, que permitirá convocar una nueva OPE ordinaria de más de 4.500 plazas junto con las OPEs de 2023 y 2024, con el objetivo de reducir la temporalidad por debajo del 8%. Sin embargo, según ELA, esta tasa no incluye la ampliación adicional prevista en la Ley de Presupuestos Generales del Estado.
El contraste entre estrategia y realidad
La coincidencia temporal de ambos acontecimientos pone de manifiesto una brecha significativa entre las ambiciones estratégicas del Gobierno Vasco y la percepción de la realidad asistencial por parte de los profesionales del sector.
Por un lado, el Ejecutivo de Pradales apuesta por la innovación en salud mental, incluyéndola en uno de los tres faros de la transición sociodemográfica y sanitaria. El consejero de Ciencia, Universidades e Innovación, Juan Ignacio Pérez Iglesias, destacaba que los faros «están concebidos para dar respuesta a los retos que nos plantean las tres transiciones y encontrar soluciones adecuadas», buscando «generar conocimiento de alto nivel con el propósito explícito de producir impacto en la sociedad».
La estrategia contempla la «salud personalizada y de precisión» como respuesta a retos derivados de áreas con mayor morbilidad y mortalidad, entre las que se menciona explícitamente la salud mental junto a oncología, enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas y enfermedades raras.
Por otro lado, los profesionales del sector y sus representantes sindicales advierten de una realidad cotidiana marcada por la precariedad, la sobrecarga asistencial y la falta de especialistas. Con una tasa de temporalidad que supera el 50% —afectando a 27.000 trabajadores— la distancia entre el discurso estratégico y la gestión operativa parece considerable.
Tres visiones, un mismo reto
La jornada del 31 de octubre dejó sobre la mesa tres visiones sobre la salud mental en Euskadi:
La visión del Gobierno Vasco: Una apuesta por la innovación a medio y largo plazo, con recursos significativos (más de 102 millones hasta 2030) para posicionar a Euskadi como referente europeo en salud personalizada y de precisión, incluyendo la salud mental como prioridad estratégica.
La denuncia de ELA: Una realidad asistencial en crisis, con falta de profesionales especializados, sobrecarga de trabajo, alta temporalidad y un proceso opaco de reorganización que amenaza con desmantelar las redes existentes y abrir la puerta a privatizaciones.
La posición de Osakidetza: Un proceso de reflexión legítimo, transparente y participativo sobre las rutas asistenciales, sin intención de desmantelar nada, con grupos de trabajo multidisciplinares buscando mejorar la atención al paciente dentro del marco del Pacto Vasco de Salud.
La pregunta pendiente
La cuestión fundamental que queda en el aire es si estas tres narrativas pueden —o deben— coexistir, o si representan visiones incompatibles sobre el futuro de la sanidad mental vasca.
¿Puede Euskadi aspirar a ser un polo europeo de innovación en salud mental mientras, simultáneamente, sus redes asistenciales atraviesan, según los sindicatos, una situación crítica que requiere soluciones inmediatas? ¿Es posible construir el futuro sin consolidar primero el presente?
ELA ha exigido «transparencia y avances reales» que fructifiquen en «mejoras inmediatas de las condiciones laborales», citando como referencia los acuerdos alcanzados en Ertzaintza o Educación, que demuestran que «si hay voluntad, se pueden aplicar mejoras en salarios, empleo y resto de cuestiones».
Osakidetza, por su parte, promete que las conclusiones de los grupos de trabajo se presentarán próximamente y recuerda su compromiso con la negociación en la Mesa Sectorial para cualquier cambio que afecte a las condiciones laborales.
Mientras tanto, la salud mental vasca se encuentra en una encrucijada: entre la promesa de un futuro innovador financiado con más de cien millones de euros, y las urgencias de un presente que, según quién lo cuente, está en proceso de mejora o en riesgo de desmantelamiento.
El tiempo —y la transparencia en los procesos— dirá si estas narrativas acaban convergiendo en una sanidad mental más fuerte, o si la distancia entre el discurso y la realidad seguirá siendo motivo de conflicto en Euskadi.
Fotografía cortesía de Depositphotos.





