Hoy, 14 de abril, se celebra un aniversario muy significativo para la historia de España: el día de la proclamación de la Segunda República. Hace ya 91 años, el país vivió un momento de profundo cambio político y social con la llegada de un sistema democrático que supuso una ruptura con el régimen anterior. La Segunda República española, que duró desde 1931 hasta 1939, fue un periodo de grandes avances en materia de derechos civiles, educación y cultura, pero también estuvo marcado por fuertes tensiones políticas y sociales que acabaron desembocando en la Guerra Civil. Aunque la República no logró consolidarse como sistema político, su legado sigue presente hoy en día y sigue siendo objeto de debate y reflexión en la sociedad española.
Euskadi, la República y la iglesia
Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, que dieron lugar a la proclamación de la Segunda República en España, tuvieron resultados mixtos en el País Vasco. Mientras que las candidaturas de derechas y el Partido Nacionalista Vasco (PNV) ganaron en la mayoría de los ayuntamientos, las coaliciones de republicanos y socialistas (con Acción Nacionalista Vasca en Vizcaya) triunfaron en los municipios más poblados, incluyendo Bilbao y los centros industriales y mineros de su entorno, San Sebastián, Eibar e Irún, así como en bastantes pueblos de la Ribera navarra. Las ciudades de Vitoria y Pamplona estuvieron entre las pocas capitales de provincia con mayoría de derechas.
Después de que se repitieran las elecciones el 31 de mayo, las cuatro capitales vascas tuvieron alcaldes republicanos. Sin embargo, la mayoría del País Vasco no era republicana y tenía recelos hacia el nuevo régimen instaurado en España, temiendo que el anticlericalismo y la revolución social pudieran socavar el catolicismo y el conservadurismo predominantes en la región.
El PNV no acudió al Pacto de San Sebastián
Es importante recordar que el PNV no había asistido al Pacto de San Sebastián y había rechazado la invitación a integrarse en la coalición republicano-socialista que llevó a la proclamación de la República. A pesar de esto, el partido mostró su acatamiento a la nueva forma de gobierno. En contraste, la Comunión Tradicionalista o Carlista, el otro gran partido de las derechas vascas, se declaró enemigo de la República desde el principio y se aprestó a subvertir por la fuerza este régimen laico y democrático.
La división de las fuerzas políticas vascas se reflejó en la proclamación de la República el 14 de abril de 1931, cuando por la mañana el Ayuntamiento de Eibar (dominado por las coaliciones de izquierdas) anunció la llegada de la República, mientras que por la tarde el alcalde nacionalista de Getxo proclamaba la «República vasca vinculada en federación con la República española».
Este gesto, que imitaba el realizado horas antes en Barcelona por Macià al proclamar la República catalana como Estado integrante de la Federación ibérica, no tuvo la eficacia práctica de este último. La diferencia principal entre Cataluña y el País Vasco estribaba en que la Esquerra (el partido independentista catalán) concordaba políticamente con la coalición republicano-socialista triunfante, mientras que el PNV no lo hacía.
En el País Vasco no hubo unanimidad en la cuestión autonómica en 1931. Hubo una dualidad de iniciativas autonómicas entre los ayuntamientos electos, apoyados por el PNV y las derechas, y las Diputaciones, regentadas por Comisiones Gestoras designadas por los gobernadores civiles y monopolizadas por los republicanos, el PSOE y ANV. En la primavera de 1931, las fuerzas derechistas se volcaron en la cuestión autonómica en 1931.
Las izquierdas actuaron a la defensiva mientras las fuerzas derechistas se volcaron en este tema. El movimiento de alcaldes por la autonomía, liderado por Aguirre, promovido por el PNV y secundado por carlistas y católicos independientes, unió a la gran mayoría de los municipios vascos, aunque no a las capitales ni a las poblaciones importantes con mayoría izquierdista. Los alcaldes encargaron la redacción de un proyecto a la Sociedad de Estudios Vascos, que en mayo elaboró un Estatuto General del Estado Vasco.
Su texto partía de una concepción federal, tanto de la República española como del País Vasco, y otorgaba a éste amplias competencias; pero adolecía de algunas carencias democráticas: no había una clara separación entre el poder ejecutivo y el legislativo, recurría al sufragio indirecto etcétera.
Este proyecto pudo haber sido el Estatuto común a todas las fuerzas vascas, pues fue bien recibido inicialmente. Pero pronto esto fue imposible por la introducción en él de enmiendas importantes y antagónicas por los grandes partidos de la izquierda (PSOE) y las derechas (PNV y Comunión Tradicionalista).
Las modificaciones de estos últimos desnaturalizaron el Estatuto de la Sociedad de Estudios Vascos y dieron lugar a otro distinto: el famoso Estatuto de Estella, aprobado en dicha ciudad el 14 de junio por tres cuartas partes de los ayuntamientos vascos, pero que representaban a poco más de la mitad de la población de Euskadi.
Esta dualidad en las iniciativas autonómicas generó tensiones en Euskadi y dejó en claro las diferencias políticas entre las fuerzas de izquierda y derecha en la región. La situación se mantuvo en un punto muerto mientras las distintas partes intentaban llegar a un acuerdo que satisficiera a todas las fuerzas políticas vascas.