José Lejarreta Salterain, alcalde franquista de Vitoria entre 1941 y 1944, sigue dando nombre a una calle de la ciudad a pesar de su estrecho vínculo con la dictadura. Aunque fue un promotor de las fiestas populares que le valió el apodo de “el alcalde de los blusas”, su legado político incluye la colaboración directa con la represión franquista. La aplicación de la Ley de Memoria Democrática ha vuelto a poner en entredicho el homenaje público que recibe, desatando un debate entre memoria festiva y reparación histórica.
Un alcalde fiel al franquismo
Médico conservador y católico, Lejarreta llegó a la alcaldía tras ser designado por el régimen franquista. Su lealtad a Franco fue absoluta. En 1943, remitió una lista de concejales republicanos al Juzgado de Responsabilidades Políticas, facilitando represalias contra ellos. También juró su cargo como procurador en las Cortes franquistas con el brazo en alto y promovió iniciativas del partido único, como los campamentos de la Falange.
Durante su mandato, impulsó medidas alineadas con el nacionalcatolicismo, como un mausoleo a los “Caídos” franquistas y un monumento en su honor. Negó ayudas humanitarias básicas, como fondos para comida de presos, mientras destinaba recursos públicos a organizaciones del régimen. Fue un símbolo que la dictadura utilizó para eliminar todo pasado republicano.
El alcalde de las fiestas
Pese a su perfil autoritario, Lejarreta cultivó una imagen más amable al reactivar las fiestas de La Blanca, suspendidas durante la Guerra Civil. Rehabilitó la plaza de toros y apoyó a las cuadrillas de blusas, que retomaron su protagonismo en las celebraciones. Este gesto le valió el cariño de los colectivos festivos, quienes desde 1947 acuden cada 25 de julio a homenajear su tumba.
Su apodo, “el alcalde de los blusas”, eclipsó durante décadas su papel en el franquismo. Cronistas como Venancio del Val ayudaron a construir una memoria afectiva que lo presentaba como “hombre de trato afable y acendrado vitorianismo”, desvinculado de su perfil represivo.
Una calle, una herencia incómoda
El Ayuntamiento de Vitoria dedicó una calle a Lejarreta en 1947, como parte de la política franquista de inscribir en el callejero a los “hijos preclaros” del régimen. El cambio formó parte del intento por borrar símbolos republicanos y legitimar la dictadura. Su nombre sobrevivió al franquismo, a la Transición y a la Ley de Memoria Histórica de 2007, amparado en su imagen festiva.
En 2017, un informe municipal lo incluyó entre los nombres que debían cambiarse o contextualizarse. Pero el entonces alcalde, Gorka Urtaran (PNV), se negó: “Fue una buena persona que hizo mucho por la ciudad”. En lugar de retirar el nombre, colocó placas informativas. Esta decisión fue duramente criticada por EH Bildu y colectivos memorialistas, que la consideraron insuficiente.
Ley de Memoria Democrática, el reto pendiente
La aprobación de la nueva Ley de Memoria Democrática en 2022 ha reactivado el debate. La normativa obliga a eliminar del callejero toda referencia que exalte la dictadura o la represión. En 2024, tras eliminarse el último gran escudo franquista en la ciudad, la delegada del Gobierno en Euskadi, Marisol Garmendia, instó al Ayuntamiento a actuar también en el caso de Lejarreta.
La actual alcaldesa, Maider Etxebarria (PSE-EE), ha evitado pronunciarse con firmeza. Aunque se ha comprometido a estudiar el tema “con diligencia”, no ha incluido el cambio en su agenda.
La presión ciudadana crece
A comienzos de 2025, veinte asociaciones alavesas han presentado una moción conjunta para retirar cinco nombres del callejero, entre ellos el de José Lejarreta. Denuncian cuatro décadas de retraso en la reparación y proponen sustituir su nombre por el de una mujer destacada, como gesto de justicia histórica y de equidad de género.
“Lejarreta depuró funcionarios leales a la República y maquilló con fiestas la miseria de la posguerra”, recuerdan los colectivos.
