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El juicio por Alicia y por Gabriela

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Esta semana ha comenzado en la Audiencia Provincial de Álava, el juicio en el que el profesor se enfrenta a una pena de prisión permanente por el asesinato de la pequeña Alicia de 17 meses, y por el intento de homicidio de Gabriela, la joven madre. Por la gravedad del delito, ha sido un Tribunal del Jurado el responsable de juzgar los hechos, dirigido por el magistrado de la Audiencia Penal el Ilustrísimo Señor Jesús Poncela.

Los hechos perpetrados por Daniel Montaño fueron tan brutales e irracionales que no dejaban lugar a duda sobre su culpabilidad, lo que ha obligado al propio acusado a reconocerse en el inicio de las sesiones como culpable. Así, una vez que la autoría es clara, la única baza que le queda a la defensa es luchar por la eximente completa de la responsabilidad a través de la enajenación mental.

¿Era realmente un demente que no sabía lo que hacía, o era consciente de sus crímenes? Esta pregunta es la que va a tener que responder el jurado compuesto por once ciudadanas y ciudadanos gasteiztarras, que ayer observaban con perplejidad el relato místico del acusado.

En el derecho penal vigente el artículo 20 del Código Penal declara exento de responsabilidad criminal al que «al tiempo de cometer la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o alteración psíquica, no pueda comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión. El trastorno mental transitorio no eximirá de pena cuando hubiese sido provocado por el sujeto con el propósito de cometer el delito o hubiera previsto o debido prever su comisión».

La primera sesión del juicio, celebrada el martes 4 de Septiembre, consistió en elegir a los miembros que componen el juzgado entre la ciudadanía mayor de edad. Es un algoritmo informático el encargado de seleccionarlos de las listas conformadas, que curiosamente, seleccionó a cuatro posibles miembros que ya habían participado en el anterior Juicio por jurado celebrado hace unos meses en la capital, en el conocido asesinato del Bugati, y de los cuales tres han podido excusarse debido a esa razón.

SEGUNDA SESIÓN: CRÓNICA DE LOS HECHOS Y DECLARACIÓN DEL ACUSADO

En la segunda sesión del juicio acaecida ayer, la jornada transcurrió sobre el eje de la cuestión de la exención mental, con la testificación del acusado por la mañana, y tras él la de Gabriela y el padre biológico de la pequeña Alicia.

Daniel Montaño, profesor del conservatorio, sevillano de treinta años en el momento de los hechos, llevaba apenas 6 meses en Vitoria para dar clases de música. Conoció a Gabriela semanas antes por una red social, una joven madre de dieciocho años que vivía en burgos.

El fin de semana del 23 al 24 de enero de 2015 decidieron conocerse, y pasaron un día en una casa rural del en Hontoria del Pinar. A la vuelta, Daniel dejó a Gabriela en su casa de Burgos.

Sin embargo, esa misma tarde le insiste para que vaya a dormir esa noche a su domicilio gasteiztarra en la calle Libertad. Ella al principio lo rechaza porque está cuidando de su hija, pero él insiste que vaya y le anima a ir con el bebe. La recogió sobre las once de la noche, y llegaron a Vitoria pasada la medianoche.

Hasta entonces, en ningún momento Daniel había realizado comentarios extraños ni había tenido comportamientos sospechosos, según relata la víctima. Fue después de una ducha que se dio ella, tras haber dado de cenar y cambiado a la menor, cuando el profesor de música entro en el baño y con una toalla en la cabeza empezó a hablar del “fin del mundo”.

Al parecer, le había ofrecido al bebe una cruz, pero Alicia no la cogió, lo que provocó un gran enfado en Daniel, y comentó que “los niños iban a traer el fin del mundo”. Daniel se enojó tanto con la menor, que la madre le pidió perdón y le dijo que era desproporcionado su enfado, que “solo es un bebe”.

Ante este comportamiento, la madre empezó a preocuparse, e intento buscar una salida para volver a Burgos, pero su desconocimiento de la ciudad o dónde estaba la estación de autobuses y que ya eran altas horas de la noche no se lo permitió. Tampoco tenía nadie a quien pudiera llamar.

Por eso decidió irse a la habitación, e intentar dormir un poco con la menor. La música a gran volumen que estaba escuchando el profesor en el salón le hizo levantarse para pedirle que la bajará pues el bebe no podía dormir, ante lo cual no recibió respuesta ninguna de Daniel.

Sobre las 3.00 de la madrugada, el sevillano le envía un mensaje por Whatsapp que decía “cómeme la polla”. Ella lo lee, pero no responde y pone el móvil en silencio. Él sabe que lo ha leído, porque escucha el sonido.

Apenas un rato después, Daniel entra en la habitación y presiona el pecho de Alicia con fuerza, que duerme junto a la madre, lo que hace despertarse a Gabriela. Ahí empieza una lucha interminable, en la que Daniel agarra a la madre por el cuello, se sienta encima de ella mientras le da puñetazos con la mano cerrada. Le arrastra por el suelo tirándole del pelo, le da patadas y sigue golpeándola.

La madre lucha con todas sus fuerzas, e intenta una y otra vez sacar a la menor de la habitación. Pero Daniel se fija en la pequeña Alicia, y rompe a puñetazos los cristales de la balconada, tras ello coge a la menor y la lanza hacía la calle.

La lucha entre ambos siguió, y el profesor le clava un cristal en el cuello. Le gritaba que iba a hacer lo mismo con ella que con Alicia, diciéndole “hija de puta, te voy a matar” o “sois todas iguales”. Ella intenta defenderse como puede, le arrincona a él contra la balconada e intenta clavarle cristales.

Durante su testimonio el acusado se esforzó en describir una lucha bíblica de ángeles caídos entre San Gabriel y San Daniel. Gabriela “había venido para destruirlo”. Su misión era todo en ese momento “tenía que hacerlo, tenía que acabar con el diablo, era su misión”. Dice que vio en los pequeños ojos de Alicia la mirada del diablo, que tenía los ojos desorbitados llenos de rabia y maldad, y que todas las señales que llevaba recibiendo durante meses cobraban un sentido conjunto en ese momento. Según el asesino era una situación de supervivencia.

Su declaración estaba completa de alusiones a su función como “trabajador de la luz” que debía luchar contra la oscuridad, que provocará “el fin del mundo y de la humanidad”. Tenía facultades poderosas como sentir a través de vibraciones, magnetismo y frecuencias eléctricas los sentimientos de los demás. Además, de otros más curiosos como conseguir llenar bares, o hacer que un grupo de tamborileros dejaran de tocar solo por la fuerza de su presencia.

No aclaró realmente, si había sufrido anteriormente brotes psicóticos o delirios, aunque dijo que escuchaba voces de pequeño. Tan solo había recibido tratamiento psicológico un par de años antes porque estaba pasando por un momento depresivo. Aunque intentaba relacionarlo con un supuesto consumo de marihuana, tampoco es capaz de aclarar desde cuando fumaba y qué cantidad fuma.

Lo que está claro, es que durante los dos años que lleva en prisión, ningún psiquiatra que le ha atendido ha considerado que tuviera alguna enfermedad mental, pues la única medicación que tiene recetada era Lorazepam, un conocido ansiolítico. Pese a que él ha insistido en que toma Seroquel (quetiapina), un medicamento para la esquizofrenia, no tiene receta que lo avale, y puede que se lo diese algún compañero de prisión.

La declaración del asesino estuvo llena de alusiones a su enfermedad mental, al “trabajador de la luz”; “la oscuridad”, “el fin del mundo” y “sus misiones”. Sin duda, los abogados de la acusación cayeron en el juego de la defensa y se perdieron en intentar comprender las absurdas supuestas demencias del acusado, hasta el punto de que algún abogado de la acusación popular tuvo que ser recriminado por el presidente del tribunal por sus preguntas. En lugar de analizar otros hechos como la inducible misoginia del acusado, o las peticiones sexuales del mismo.

DECLARACIÓN DE LA MADRE

Por su parte, la madre testificó de manera estoica, entre sollozos y con un claro estado de nerviosismo y ansiedad. Contó que obviamente no lo ha superado, y sufre un Shock Postraumático. Tampoco ha recibido apoyo de su familia, y unido a que todo el mundo le miraba cuando caminaba por su ciudad, se vio obligada a trasladarse a otra ciudad en la otra punta del Estado. El abogado de la acusación, intentó crear una imagen de madre irresponsable, a través de preguntas sobre sus consumos de sustancias en la adolescencia, e incluso con preguntas que le achacaban la responsabilidad de lo sucedido a ella, ante lo cual, el propio magistrado tuvo que recriminarle que “no es a ella a quien se le está juzgando”.

Cuando fue preguntada por la razón que creía ella para los hechos, contestó que se debió a que ella no había accedido a mantener relaciones sexuales con él.

En la sesión de la tarde, hubo tiempo para más declaraciones de otros testigos de lo sucedido, en concreto, el propietario y vecino del estudio donde vivía Daniel, y otros tres vecinos más.

El propietario del piso, también profesor del conservatorio, reconoce que no eran amigos pero que alguna vez habían ido a tomar algo. Nunca había visto ni oído nada extraño en él, más allá de que un día tuvieron una discusión por el pago del alquiler, y le pareció que Daniel Montaño se puso excesivamente agresivo. El día de los hechos, estaba en su estudio, y escuchó gritos de una mujer y llantos de un niño, pero pensaba que era en otro piso en el que residían menores. Se enteró de los hechos, cuando ya llegó la policía y le llamaron a la puerta. Posteriormente, recibió una carta de él desde prisión, en la que no comentaba nada de su “trabajo divino”, pero en la que le animaba a “alquilar el piso a una profesora buenorra”, ni siquiera la abrió y se la entregó directamente a la policía.

También, ha declarado el vecino del edificio de enfrente, que en el momento de los hechos se encontraba viendo una película con cascos y la persiana bajada, lo que no impidió que escuchará los gritos pidiendo ayuda de la madre, y vio como Daniel la golpeaba en la ventana. Grito al asesino para que cesará y llamo a la policía. Fue cuando bajó al portal y la policía ya había llegado, cuando se percataron de que el bebe estaba en la calzada.
Otro vecino de enfrente, también declaró que había escuchado los ruidos y que vio en la pelea a la mujer pidiendo socorro. El último por declarar en la tarde de ayer fue el vecino de puerta, cuyo dormitorio es colindante a la habitación donde ocurrieron los hechos. Escuchó ruidos de muebles rompiéndose y los gritos, y al asomarse por la ventana pudo ver a la menor lanzada.

También pudo relatar un suceso ocurrido en Noviembre de 2015, y que no deja duda sobre la personalidad violenta e incontrolable de Daniel Montaño. Entonces, la policía tuvo que acudir a su domicilio, porque a las 2.00 am de la madrugada empezó a golpear la puerta del vecino, pidiéndole ayuda porque había ingerido grandes cantidades de alcohol y se encontraba mal. El propio vecino, ha relatado como llamó a la ambulancia, y esta llegó acompañada de los agentes, que tuvieron dificultades para reducir al profesor. Al día siguiente, el hombre se percató de que alguien estaba rascando su puerta, y se encontró al abrirla a Daniel arrancándole una mirilla del sagrado corazón. En el juicio, el profesor hizo alguna alusión a los hechos y argumentó “que quitó el corazón de Jesús de la puerta, porque no prestarle ayuda en la noche anterior no era compatible con ser buen cristiano”.

TERCERA SESIÓN: DECLARACION DE LOS PADRES Y LA EXNOVIA

En la sesión de hoy, los padres del sevillano han asegurado que el asesino “oía voces” y sufría delirios “desde los nueves años” aunque “en los últimos meses habían aumentado”, pese a lo cual, nunca le llevaron a un profesional.
Le describen como una persona reservada, que fue víctima de acoso en el colegio. El padre incluso ha comentado su sospecha de que pudo sufrir abusos sexuales en un campamento, pero que nunca pudo confirmarlo.
Trataron de llevarlo en diferentes ocasiones al psicólogo, pero su hijo siempre se negó alegando “no estoy loco, confía en mí mamá”, por lo que nunca recibió tratamiento. Ambos progenitores se han lamentado de no haber sabido gestionar la “enfermedad” de su hijo.

Han relatado hasta cuatro episodios de visiones: a los 9 años, a los 15, durante la veintena y en los meses anteriores al suceso. A finales de 2015, el padre recibió una llamada telefónica en la que Daniel le dijo que era un “enviado de la luz, que oía voces a través de ondas electromagnéticas que le llamaban a hacer el bien, en una lucha entre el mundo de la luz y la oscuridad diabólica”.

En diciembre, en una visita a su casa familiar en Sevilla, tuvo otro comportamiento extravagante. Estaba pasando una procesión de campanilleros por la calle, lo que provocó quejas por el ruido del padre, ante lo cual, el joven abrió la ventana y tras ello el sonido cesó. Entonces, Daniel afirmó que habían parado gracias a sus “poderes”.
Llamativamente, todas estas excentricidades no fueran nombradas por los progenitores en la instrucción del juicio, y preguntados por qué no lo comentaron el padre se ha escudado en que “no se lo preguntaron”, y la madre en que “se encontraba en shock”

También, ha declarado una examiga intima del profesor, que lo ha definido como “un chico normal” que tenía “problemas con el sexo porque era insaciable”, y al que alguna vez “se le fue la olla”. Ha contado un episodio, en el que tras ingesta de alcohol y marihuana, regresaron a la vivienda y el acusado “se volvió loco”. En una ocasión, Daniel se puso a chillar que “se le había metido el diablo” y empezó a arrastrase por el suelo con la mirada “perdida”. Otras veces, ha asegurado que Daniel decía sentir “el deber de proteger al mundo”.

También ha declarado que “le gustaba sentir el dominio sobre las mujeres”, que le reconoció que tenía otras parejas, incluida una menor de edad, y que incluso el asesino le pidió ayuda porque sabía que tenía un problema sexual. Ixone, que así como se llama la joven, decidió terminar la relación cuando se enteró de que el acusado poseía una “infinidad” de videos en los que aparecía practicando sexo con mujeres.

Las sesiones del juicio continuaran con las periciales de los médicos psiquiatras, que serán del todo decisivas para aclarar si el acusado padecía realmente una alteración psíquica que le llevara a no poder comprender la ilicitud del hecho.

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