
OPINIÓN
«Fui a la Oficina de Personas Desaparecidas, pero no había nadie allí»
En las funerarias de todo el estado se acumulan cuerpos durante meses sin saber a quién corresponden, son 3.260 cadáveres a la espera de un nombre.
Problemas de coordinación entre las fuerzas de seguridad y los forenses, o la necesidad de un sistema automático que identifique huellas del DNI impiden acortar el sufrimiento que padecen las familias de muchos desaparecidos.
Todo esto ocurre porque no hay plazos para la identificación de un cadáver, lo que en la práctica supone que muchas familias tardan hasta seis meses en recuperar el cuerpo de su padre o madre, su hijo/a, un sobrino/a. Y eso a pesar de que hallar el ADN tarda 24 horas en realizarse o cuando hay indicios de criminalidad, el resultado se conoce en días. «No es una cuestión de indiferencia, pero sí de falta endémica de medios técnicos y humanos. Hay gente que se ha tirado semanas buscando a un familiar que lleva en el cajón frigorífico desde que se le perdió la pista».
El año 2011 está marcado en rojo en la memoria del Grupo de Necroidentificación y Retrato Robot de la Policía Nacional. Fue entonces cuando entró en funcionamiento la base de datos de (PDyRH), un registro donde se vuelca la información relativa a estos casos y al que están conectados todos los cuerpos de seguridad del Estado y las Policías autonómicas. Un «paso de gigante», en la labor de la Científica, que es quien acude donde ha aparecido el cuerpo, y analiza cómo y de qué manera estaba colocado, qué objetos había alrededor, recaba testimonios.
Su día a día discurre entre inspecciones oculares y el cotejo de señas particulares a partir de muestras de ADN, huellas dactilares y fórmulas dentarias. «Un cadáver sin identificar pertenece, por lo general, a alguien cuya desaparición ha sido denunciada y nuestro trabajo consiste en hallar un vínculo entre ambos».
El problema es cuando se carece de datos pre-mortem, debido por ejemplo a las situaciones extremas en las que vive la víctima. O a la naturaleza clandestina de sus actos, como ocurre con los cadáveres que llegan por decenas a las costas del litoral español, por que se hunden las pateras, y que hacen que sea la razón de una tercera parte de estas cifras.
La suya es una batalla contrarreloj para tratar de conseguir toda la información posible de esos cuerpos antes de que el juez dictamine que se pueden inhumar. Está claro que el Real Decreto de Policía Mortuoria no específica nada sobre la conservación de los cuerpos. Eso sí, es un Real Decreto que pronto cumplirá los 50 años desde su publicación en 1974. Por ello, es muy posible que acudan al cementerio para hacer alguna prueba al cuerpo enterrado hace años que les permita por fin identificarlo y te encuentres con que lo incineraron para ganar espacio».
Los expertos creen necesario una red informática que agilice con Policías de otros países la interacción de datos entre personas desaparecidas y cadáveres sin identificar, esto es muy difícil y más cuando hay países que se creen el “culo” del mundo, (Francia o Alemania) que carecen de algo simplemente parecido a la base de datos de Personas Desaparecidas y Restos Humanos. Creen que es muy frustrante cuando comprueban que las cosas se pueden hacer mejor. «Hay una ruptura entre el legislador y el especialista que entorpece a menudo la resolución de los procedimientos», afirman.
Los forenses, deben determinar la identidad del cadáver y las circunstancias que han rodeado su muerte, para lo que les someten a pruebas de ADN y a inspecciones exhaustivas de marcas, hematomas o daños. También debemos de recordar que cuando hay indicios de criminalidad existe un secreto de sumario y el cadáver se debe retener, «entre otras cosas porque el culpable puede estar entre sus familiares o su entorno próximo. Y así ocurre muchas veces». El protocolo, en definitiva, siempre retrasa, pero debe haber un orden.
El 66% de los que desaparecen son ancianos con enfermedades neurodegenerativas, que salen de casa sin documentación y que hasta que se localizan, vivos o muertos, causan una zozobra tremenda a sus familias, que si no se les encuentra rápido el desenlace suele ser dramático, tenemos que pensar que las primeras 48 horas resultan vitales.
No se puede esperar tanto para aliviar el dolor de estas familias, la dificultad está en conciliar la desaparición de alguien con el derecho de los suyos a saber, porque cuando no hay constancia de muerte, hay siempre una esperanza de vida, y todos necesitamos pasar página.
En mi humilde opinión todo esto es debido a una falta de voluntad política en intentar mejorar estas situaciones tan dolorosas y no ser tan hipócritas de querer dar con una mano y quitar con la otra.
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