
Julián de Zulueta y Amondo, una figura clave del siglo XIX, dejó una marca indeleble en la historia de Cuba y Álava, no solo por su influencia económica, sino por su controvertida implicación en el comercio de esclavos. Nacido el 9 de enero de 1814 en Vitoria, hijo de Domingo Timoteo de Zulueta Salcedo y Manuela Estefanía de Amondo Barañano, Zulueta se convirtió en uno de los traficantes de esclavos más poderosos de su tiempo.
De Vitoria a La Habana: El inicio de una fortuna manchada
A los 18 años, Zulueta se trasladó a La Habana a instancias de su tío Tiburcio de Zulueta, quien lo introdujo en el mundo de los negocios. El joven vitoriano comenzó trabajando en un negocio de alimentación, pero pronto diversificó sus intereses. Con el tiempo, se convirtió en el mayor productor de azúcar de la isla, una industria que, en gran parte, se sustentaba en el trabajo esclavo. Zulueta no solo heredó una parte de la fortuna y los negocios de su tío, sino que también aprovechó la coyuntura histórica de la época para enriquecerse mediante la trata de esclavos.

El negrero más poderoso de Cuba
En la década de 1860, tras la Guerra de Secesión en Estados Unidos, Zulueta se consolidó como el líder de la oligarquía negrera en Cuba, siendo responsable de la importación masiva de esclavos africanos. Estableció operaciones en Cádiz y Londres para coordinar el tráfico de esclavos, que le reportó enormes beneficios. Su imperio incluía seis ingenios azucareros, entre ellos el Central Álava, que dependían casi en su totalidad del trabajo de los esclavos para su funcionamiento.
Influencia política y económica
Zulueta no solo se destacó en el ámbito empresarial, sino que su poder económico le permitió ocupar numerosos cargos políticos en Cuba, como alcalde de La Habana en dos ocasiones, senador vitalicio del Reino de España, y consejero de Hacienda del gobierno colonial, entre otros. Su influencia en la isla fue tan grande que llegó a ser uno de los hombres más poderosos de la provincia española en el Caribe.
Un legado controvertido
La vida de Zulueta terminó abruptamente a los 64 años, cuando falleció en un accidente de caballo. Dejó una de las mayores fortunas de España a su tercera esposa y a sus once hijos, junto con un legado que sigue siendo objeto de controversia. A pesar de su éxito empresarial y sus contribuciones al desarrollo económico de Cuba, su implicación en el tráfico de esclavos y la explotación de miles de seres humanos ensombrece su memoria.

El apellido Zulueta quedó marcado en la geografía de La Habana, donde una calle en la que se encuentra la embajada española en La Habana llevó su nombre hasta ser rebautizada como Agramonte, en un intento de borrar su pasado. A lo largo de su vida, Zulueta personificó las contradicciones de una época en la que el progreso económico estuvo inextricablemente ligado a la explotación más brutal.