Vitoria-Gasteiz, 28 de febrero. En plena fiebre del viernes de carnaval, con las calles de Judimendi listas para llenarse de disfraces y jolgorio, el Centro Cívico del barrio acogió un auzogune que poco tuvo de festivo. A las 18:00, entre 20 y 30 vecinos de todas las edades se plantaron frente a la concejala Miren Fernández de Landa para escuchar lo que ya temían: su querido centro cerrará 15 meses por obras. El Ayuntamiento promete mejoras y seguridad, pero los asistentes, con el ceño fruncido y la voz alta, dejaron claro que no están dispuestos a perder su “segunda casa” sin pelear.
El Ayuntamiento justifica el cierre
La escena tenía algo de teatral: una pantalla con presentaciones de PowerPoint preparadas por el equipo de la concejala, con técnicas y auxiliares a su lado… En definitiva, una concejala flanqueada por su equipo intentaba vender una obra “absolutamente imprescindible”.
“Los Centros Cívicos cumplen años. El paso del tiempo se refleja en que hay que hacer diversas intervenciones en ellos”, explicó Fernández de Landa, con tono didáctico. “El principal motivo es la seguridad. Si ocurre alguna desgracia, alguien dirá ‘¿a quién se le ocurre? ¿Por qué no lo tenían cerrado?’”. La obra, ya licitada, arrancará a finales de junio, durará 15 meses y adaptará el edificio a la ley de espectáculos y energía renovable. Hasta los cristales, que “reflejarán la luz en vez de absorberla”, fueron parte del discurso oficial.
El mensaje de la concejala parecía dirigido a otro público; de hecho, repetía la presentación de la mañana en el Ayuntamiento.
Un razonamiento frío y palabras grandilocuentes justificaban que un barrio como Judizmendi pierda su Centro Cívico durante un año y tres meses. Como poco. «Algún usuario no estará aquí para verlo abrir» comentaron por lo bajini un par de asistentes al auzogune.
Hay que decir que, como explicó la coordinadora del departamento que dirige Fernández de Landa al finalizar la reunión, esta situación les ha llegado de manera inesperada. “Esta misma mañana he hablado con el párroco para ver si nos puede dejar algún espacio” aseguraba. “Vamos a trabajar en que el impacto en el barrio sea el menor posible”. Pero con horas desde el anuncio oficial a la reunión con la vecindad, poco más podían ofrecer a los asistentes que justificaciones, frases e intenciones para paliar el “enorme prejuicio” (palabras de un asistente) que supondrá el cierre del centro.
Vecinos alzan la voz
Pero el guion cambió rápido. Apenas terminó la presentación, las manos se alzaron y las críticas llovieron. Los vecinos, usuarios fieles de un centro que, sin un Bizan propio para el barrio, hace las veces de refugio social, no compraron las promesas de “transparencia” ni las alternativas planteadas. “¿No han pensado en esas personas que usan esto como su segunda casa?”, soltó una mujer, con la voz cargada de urgencia. La pregunta resonó en la sala, porque en Judimendi, donde el porcentaje de mayores es “altísimo”, el centro no es solo un edificio: es un antídoto contra la soledad.
El descontento tenía muchos frentes. “¿No se podían haber hecho las mejoras en pequeñas obras durante años anteriores?”, lanzó un vecino, cuestionando una planificación que huele a improvisación. Otro fue más allá: “¿No se puede hacer la obra por fases?”. La respuesta de la concejala fue tajante: “Mantenimiento nos ha dicho que la obra se hará así”. Punto. Pero la incredulidad crecía. “En el pliego de condiciones de esta obra se decía que no debería permanecer cerrado el Centro Cívico”, reveló un asistente, sacando a relucir un detalle que horas antes había pillado desprevenida a Fernández de Landa. “Me quedé sorprendida cuando vi que Bildu había leído el pliego. Yo no lo había leído”, admitió, con una honestidad que no calmó a nadie.
La falta de participación fue otro dardo envenenado. En un barrio famoso por su espíritu comunitario, la convocatoria del auzogune –anunciada con solo tres días de margen, el mínimo legal– fue una clara afrenta. “Es que, además, al ser un tema tan importante, nos parece mal que se convoque tan solo tres días antes”, protestó una vecina. Y encima, en viernes de carnaval, cuando Judimendi vibra con sus fiestas. La Asociación Vecinal había pedido retrasarlo, pero el Ayuntamiento no cedió. “Por respeto al barrio hemos convocado este auzogune”, defendió la concejala. La ironía no pasó desapercibida.
Alternativas que no cuajan
La solución, sobre el papel, parece impecable: “Nuestra fortaleza está en la red [de Centros Cívicos]”, afirmó la concejala. Pero el razonamiento práctico se impuso en la sala. “Hay un altísimo porcentaje de personas mayores que no podrán acercarse a otros centros cívicos”, insistió un vecino, clavando una verdad que Fernández de Landa parecía esquivar. Previamente, la concejala había desplegado la lista de alternativas confirmadas: “El Servicio Social de Base se seguirá dando en el Bizan de Arana y el Centro Cívico de Arana”, aseguró, prometiendo que archivos y expedientes también viajarían allí. “Gracias a la omnicanalidad podremos seguir ofreciendo servicios” una palabra que sonó hueca en la sala.
Incluso, con confianza ciega en las capacidades logísticas y de movilidad de los vecinos, soltó: “Tenemos un montón de piscinas”, como si unas brazadas fueran suficiente para llenar el vacío social que deja el cierre. Los vecinos, sin embargo, no se dejaron convencer. Los monitores, desinformados y “asustados” por un futuro incierto, y los usuarios habituales, enfrentados a un “enorme perjuicio”, quedaron atrapados en un limbo de promesas vacías. La asociación de natación, con tres trabajadores pendiendo de un hilo, lo expresó sin rodeos: “Si los chavales tienen que irse a otro centro a seguir con nuestras clases, dejarán de hacerlo, o se apuntarán a otra disciplina más cerca de casa”. Por muchas alternativas que se ofrezcan, el riesgo es innegable: si la asociación se queda sin público durante este paréntesis de un año y tres meses, podría derrumbarse, arrastrando consigo los empleos que sostiene.

La concejala prometió soluciones, pero una voz desde el público, participante en el Bizan de otro barrio, desmontó la idea del traslado con una crudeza que también resonó en la sala: “No prometas lo que no puedes prometer”, le espetó a la concejala. “Los demás centros cívicos y Bizan no dan abasto, están al límite de su capacidad”. Sus palabras dejaron al descubierto una verdad incómoda: será muy difícil para la red de centros, ya saturada, absorber los usuarios de Judimendi, agrandando la brecha entre las palabras del Ayuntamiento y la realidad que los vecinos enfrentan cada día.
Preocupación por la plaza Sefarad y las fiestas del barrio
Los vecinos de Judimendi, incluido un miembro del comité de fiestas del barrio, expresaron su temor a que la plaza Sefarad se llene de camiones y material de obra durante las obras del Centro Cívico. La preocupación se agrava este año, cuando se celebran los 50 años de las fiestas del barrio. La concejala tomó nota y aseguró que haría lo posible por mantener la plaza libre al menos durante las fiestas, que tienen lugar alrededor del 24 de junio (San Juan).
Una inversión que duele
Y no solo las alternativas generaron rechazo: el coste de la obra avivó aún más la frustración. Los vecinos mostraron su indignación al descubrir que la obra, valorada en unos 5 millones de euros, se financiaría completamente con fondos locales y no con los fondos Next Generation, como habían creído inicialmente. La frustración creció al saber que esta inversión, gestionada y pagada por el municipio, no incluiría el centro Bizan, una demanda histórica del barrio ignorada hace más de una década.
La concejala prometió que encontrarán soluciones, que escucharán a todo el mundo –“mi puerta siempre está abierta”– y tres “hitos potentes” de comunicación: este auzogune, otro antes de acabar el verano y un acto en la reapertura. Pero el escepticismo reinaba. “Espero que de aquí a junio podamos tener las cosas bien atadas”, dijo, mientras los vecinos se miraban con resignación. El Centro Cívico, ese lugar donde se tejen lazos y se esquiva el silencio, cerrará sus puertas, y con ellas se irá un pedazo del alma de Judimendi. Quince meses es mucho tiempo cuando tu “segunda casa” queda en manos de una obra que, según el Ayuntamiento, es inevitable. Pero para los vecinos, lo inevitable es seguir luchando por lo que es suyo.
Si se cancelara la renovación del edificio y se produjera una desgracia por las deficientes medidas de seguridad, me pregunto si escribiríais un artículo igual de tendencioso acusando al ayuntamiento de no haber renovado el edificio a tiempo… Soy vecino del barrio y usuario habitual del centro. Me va a molestar desplazarme al CC de Salburua (a 15 minutos andando), pero si el edificio es un derroche absoluto de energía y además necesita actualizarse para ser accesible y seguro, creo que no nos queda otra que entender la situación y alargar un poco nuestros paseos para llegar al centro cívico.
Seguro que no eres constructor? En fin. Suerte tienes de tener buenas piernas
Llevan anunciando 30 años un nuevo Bizan en el barrio de Judizmendi…..30 años de promesas incumplidas.
Y ahora, en 3 días, de repente nos dicen que dejan a un barrio lleno de personas mayores, y en riesgo de soledad no deseada, sin centro cívico. Todo esto agravado porque muchos no tienen acceso al único bizan que existe, ya que las escaleras les impiden subir con bastones, sillas de ruedas…..su hay una plataforma que lleva años sin funcionar……
Parece mentira la falta de previsión (30 años! ) y la poco empatía que demuestran las autoridades con las personas de este barrio….Si tienes esto previsto, haz antes lo necesario…..y no me vale la excusa de que no hay locales…..el barrio está lleno de locales vacios…calle Benito Guinea, calle Olaguibel, calle Santiago…y muchas más! Elijan y acondicionen antes de empezar nada!
Los chinos levantan un hospital en cuatro meses y aquí para cambiar cuatro ventanas año y medio. Siempre nos gobiernan los malos.