Hace un tiempo, mientras miraba fotos antiguas de Vitoria, encontré una de principios del siglo XX que me resultó curiosa. Se mostraba una tienda en la calle Dato y su letrero anunciaba algo inusual: «Telefonemas, servicio rápido». Nunca había oído la palabra «telefonema». Al investigar, me sorprendió descubrir su significado. Por aquel entonces, usar el teléfono era tan caro que existían negocios especializados en transmitir mensajes de voz de forma concisa. Antes de esto, el método más común era el telégrafo, que funcionaba con el famoso código Morse, ese de los sonidos cortos y largos, los puntos y las rayas.
Cuando alguien deseaba enviar un mensaje, acudía a una centralita y pagaba por cada palabra del mensaje que quería transmitir. Después de efectuar el pago, el telegrafista enviaba el mensaje. El teléfono, cuando se inventó, resultaba mucho más rápido que el telégrafo, pero también más costoso. Era tan prohibitivo que las compañías telefónicas, para poder competir con las de telégrafos, comenzaron a ofrecer los telefonemas. Estos eran una especie de híbrido entre un telegrama y una llamada de voz. Así, tú acudías a la centralita, decías cuál era tu mensaje y te cobraban por el número de palabras que contenía.
Posteriormente, una operadora, y no el cliente, tomaba el teléfono y, de viva voz, es decir, hablando con otra operadora al otro lado de la línea, transmitía el mensaje que le habías dictado. Probablemente, dentro de unas décadas, nuestros SMS o WhatsApps serán términos tan desconocidos como lo son hoy esos antiguos telefonemas. ¿No lo crees? Bueno, esta es la historia tal y como la he descubierto. ¡Vaya! ¡Hasta la próxima!
INFORMACIÓN DEL AUTOR
ISMAEL GARCÍA
Doctor en historia. Colaborador de GasteizBerri desde 2021 en temas relacionados con la historia. También le puedes seguir en www.historiadevitoria.com