Nueva historia de Vitoria en formato breve del historiador Ismael García para GasteizBerri.com
Nos vamos a la Vitoria de principios del siglo XX, cuando la calle Dato aún se conocía simplemente como la calle de la Estación. Sin embargo, además de llevarte al tren, otra de las razones por las que la gente se concentraba allí eran los cafés, los más lujosos y concurridos de toda la ciudad.
En su decoración abundaban los divanes de terciopelo, las mesas de mármol y las sillas de madera de caoba.
En sus paredes, grandes espejos, y como escenario sonoro, el tintineo de copas, tazas, cucharillas y, cómo no, el de las piezas de dominó, uno de los entretenimientos favoritos. La atmósfera solía ser espesa por el humo de los cigarros que fumaban los señores y señoras; sin embargo, apenas se veían, salvo que, como sucedía en el Café Universal, hubiera una sección específica de pastelería.
Al cargo del negocio estaban los camareros, casi siempre adormecidos, envueltos hasta los pies con su delantal blanco, su chaquetilla de alpaca y la imprescindible servilleta colgando del brazo. Como guinda del pastel, la dueña o el dueño vigilaba sentada en su pupitre, no muy lejos de la barra, puesto que allí estaba la caja. Nadie salía sin pagar su consumición.
En fin, este era el ambiente.
En el Café Suizo, en El Moderno, en el Calderón y en tantos otros que entonces había. Pero había algo más en ellos. Todos tenían una puerta al fondo, que no era ni la del baño, ni la del almacén ni la de la cocina.
No era fácil de ver, escondida como estaba en un recóndito rincón y, sin embargo, todas las noches aguantaba mucho trajín. ¿Por qué?
Según nos cuenta Tomás Alfaro, todos estos cafés ocultaban, en una habitación más o menos grande allá atrás, un lugar donde se jugaba, se bebía y se apostaba: un oscuro y reconcentrado garito donde muchos lograron amasar una pequeña fortuna, pero donde también más de un incauto fue desplumado.
Todo aquello, por supuesto, no estaba bien visto. A veces, incluso, rozaba el delito, razón por la que a estos lugares, con todo merecimiento, los llamaban los «cuartos del crimen».
Curioso, ¿no? Pues nada, esta es la historia, y así os la he contado. ¡Hala, nos vemos!
Puedes escuchar la historia en formato audio en el podcast de GasteizBerri.
INFORMACIÓN DEL AUTOR
ISMAEL GARCÍA
Doctor en historia. Colaborador de GasteizBerri desde 2021 en temas relacionados con la historia. También le puedes seguir en www.historiadevitoria.com