Llegamos a las soleadas playas para ocuparnos de mantener el sol aparatado de nuestra piel, la sal del mar fuera de nuestros cuerpos y la arena fuera de nuestras “chanclas”, pero no seas malévolo y deja que cada uno disfrute como quiera y pueda, “aguafiestas”.
España es uno de los principales destinos turísticos del mundo, gracias a los diversos atractivos que posee. En este sentido es importante señalar que nuestro país es el segundo del mundo con más ciudades Patrimonio de la Humanidad, el tercero en número de espacios naturales declarados Reservas de la Biosfera o el que más playas azules posee de todo el Hemisferio Norte. Esto son sólo algunos ejemplos de los atractivos que España ofrece a sus visitantes.
El modelo hasta ahora estaba muy focalizado en el volumen (número de turistas) con un aumento indiscriminado de la oferta, la baja apuesta por la renovación de los destinos más maduros y manteniendo el precio como principal factor de competitividad (siendo eficiente en costes) sin una diferenciación clara de valor ni con una apuesta por un turismo de mayor calidad, más selectivo y con un mayor nivel de gasto.
Por tanto, el momento actual nos ofrece la posibilidad de transformación o reinvención del modelo sin renunciar a él. Deberemos buscar turismo de mayor calidad y aprender a renunciar a la cantidad por una mayor calidad.
Miguel Rus, presidente de la Confederación Empresarial Sevillana (CES), el sector turístico «se seguirá recuperando» tras el desplome sufrido a cuenta de la pandemia de Covid-19. También ha señalado que «tiene que ser fundamental en el futuro, igual que lo ha sido» hasta la irrupción del virus, apostando, eso sí, por un turismo «más selectivo» a la hora de buscar viajeros «de mayor poder adquisitivo» con el objetivo de mejorar la calidad de la industria turística y del empleo. Un turismo de calidad frente a los modelos de masificación. «No queremos hablar de cantidad, sino de calidad, teniendo el poder adquisitivo y el gasto por turista como datos más importantes».
El pensamiento de esta persona como muchas otras, es que existan dos tipos de turismo, por una parte el turismo exclusivo y para ricos y el turismo “obrero”, para evitar que estos personajes “forrados” se mezclen con la “plebe”, tal y como ocurrían hace muchos años, quieren que los trabajadores de clase media o baja, las estrellas que vean sean las constelaciones y no las de los hoteles de 4 o de 5, “a ver majos si queréis estrellas mirar al cielo”.
Hemos pasado otro verano extraño. Con menos restricciones que el pasado, pero extraño. Corrían las reservas de viajes como si no hubiera un mañana desde el momento en que se abrió el semáforo para poder viajar una vez permitida la movilidad; hoteleros y restauradores se frotaban las manos pensando que el ánimo de salir de la gente les permitiría recuperar en esta temporada alta parte de lo que han perdido tras 15 meses cerrados o casi.
Pero no nos engañemos, con el viajero local, por mucho que alargue sus vacaciones y haya gastado más este año dadas sus ganas de veranear, está claro que son los nacionales los que van a salvar los muebles esta temporada turística, que tiene mucha mejor pinta que la del verano pasado, el peor de la historia para la industria mundial. “Este verano viajamos más y ha habido, bastante demanda, más de la que se preveía, sin embargo tenemos que tener claro que la máquina turística española no tiene ni para empezar.
Con vistas a la recuperación del turismo, este año cada país intento procurar que buena parte del gasto se realice en su territorio, aunque se trató de una estrategia a corto plazo y no será sostenible más allá de la temporada turística actual, ya que no puede haber recuperación plena sin ingresos que provengan del exterior, y, como existe un margen de interpretación de los datos de incidencia del virus y de los peligros de los rebrotes.
El repunte nacional se aprecia desde que se levantó el estado de alarma y según cálculos de diferentes fuentes oficiales se han podido recuperar entre el 80% y el 85% de los ingresos que se generaron durante el 2019.
en cambio, las playas que más han sufrido son las preferidas por los británicos: Mallorca, Benidorm, Costa del Sol, Tenerife, Menorca o Ibiza, donde las reservas cayeron en picado, mientras que las islas menos masificadas y con naturaleza, como Lanzarote o Fuerteventura, ya están muy por encima en reservas del último año récord.
¿Y qué paso con el turismo rural? A pesar de que este año ha sido un poco menor que en 2020, en zonas de interior de Castilla y León ha habido entre el 90% y el 95% de ocupación, sobre todo en las cercanas a ríos y embalses, según la Federación de Alojamientos Rurales de Castilla y León. Los núcleos que están más alejados de estos enclaves se quedaron en torno al 60%. Por su parte, en Aragón han llegado al 50% de ocupación, sobre todo con turistas en zonas del Pirineo y la montaña. En Navarra la ocupación en hoteles rurales fue de entre el 80% y el 90%, en La Rioja, al 90% y en Extremadura entre el 70% y el 80%.
Aquí en Euskadi podemos afirmar que el verano ha superado las previsiones en turismo. Contamos con cifras superiores a agosto de 2019 en entradas, pernoctaciones y tarifas medias, el incremento en entradas en agroturismos respecto a julio y agosto de 2019 es de un 7,1%.
No debemos basarnos en las cifras ni en el aumento cuantitativo del turismo, sino orientar el modelo turístico hacia el crecimiento sostenible y sostenido, el reparto de los flujos por el territorio y el aumento de la estancia. Sin embargo, debemos admitir que, tras la caída en la entrada de turistas sufrida por la pandemia, poder hablar de una recuperación a niveles de 2019 es una muy buena noticia para un sector que ha sufrido mucho durante esta crisis.