
La lucha no es digna de llamarse tal, si con todo el poder y todos los medios de que dispone no es capaz de ayudar a la mujer doble o triplemente esclavizada, como lo fue en el pasado a salir a flote y avanzar por el camino del progreso social e individual, con unos salarios dignos.
La libertad en la vida social debe dar a toda mujer la posibilidad efectiva no sólo de cubrir las necesidades de su existencia, sino la posibilidad de manifestar sus energías creadoras y de realizar su vocación.
La clase trabajadora lucha y madura con la conciencia de que su adversario es más fuerte que ella. Así lo observa de continuo en la vida diaria. El adversario tiene riqueza, poder estatal, todos los medios de presión ideológica y todos los instrumentos de represión.
Aquellas que no sean capaces de defender antiguas posiciones, nunca lograrán conquistar las nuevas y en esto se tienen que implicar también la juventud que muchas veces parece estar dormida. No decir al mundo: deja de luchar, toda tu lucha no vale de nada. Nosotros tenemos que dar la verdadera consigna de lucha.
El papel de las mujeres en la protesta social ha sido fundamental a lo largo de la historia, desde ser las iniciadoras de los levantamientos durante los motines de subsistencia de época moderna, hasta ser la chispa que desencadenó grandes procesos revolucionarios. Fue la huelga de las obreras textiles un 8 de marzo de 1917 la que, al grito de “¡Queremos pan!”, desencadenó una protesta de 90.000 obreras y obreros en las calles.
Existe, por lo tanto, toda una experiencia histórica de mujeres combativas, revolucionarias y protagonistas de la transformación social. Sin embargo, su papel no ha sido reconocido y su importancia no ha sido valorada dentro del relato de la historia. Las mujeres trabajadoras han sido invisibles doblemente, por su condición de clase obrera, y por su condición de mujer. Por estas razones es importante reivindicar toda esta experiencia histórica en el marco de la gran movilización de mujeres combativas que está suponiendo todos los 8 de marzo. Así vivieron situaciones de absoluta precariedad e ilegalidad en el ámbito laboral, situación en el siglo XXI.
Trabajos como el servicio doméstico o la limpieza de oficinas y escaleras, por su propia precariedad y desregulación, dificultan, al igual que a día de hoy, la movilización de las trabajadoras. Pero incluso en sectores laborales regulados y altamente feminizados, la lucha de las mujeres se ve obstaculizada por el propio carácter masculino del movimiento obrero, por suerte eso está cambiando.
En 1975, todavía en vida del dictador, estrenaron el derecho a abrir una cuenta en un banco sin permiso del marido. Un anuncio en las pocas televisiones que había entonces en blanco y negro, donde una joven con falda-pantalón caminaba hasta el mostrador de una lujosa oficina bancaria, donde la atiende un empleado. Este andar fue un símbolo de la mujer de nuestros días, de la mujer responsable que trabaja y vivía su época, cree en los derechos de la mujer, porque no se trataba de crear diferencias, sino de ofrecer igualdades.
Los últimos 8 de marzo han sido históricos. Miles de mujeres marcharon en las principales ciudades de todos los países para reivindicar su derecho a una igualdad real y efectiva entre ambos sexos, contra el techo de cristal, a favor de la corresponsabilidad doméstica, de la conciliación familiar, siendo el día en el que hasta ahora, las mujeres siguen saliendo a la calle a luchar.
El tema del Día Internacional de la Mujer del próximo 8 de marzo de 2022, “Igualdad de género hoy para un mañana sostenible”, reconoce la contribución de las mujeres y las niñas de todo el mundo, que están liderando los esfuerzos de respuesta, mitigación y adaptación al cambio climático para construir un futuro más sostenible para todas las personas.
El obrero no debe luchar para sí mismo, sino por toda la clase obrera, y la mujer es una clase obrera muy importante en nuestra sociedad y, por tanto, la finalidad que hay que perseguir entra en el terreno de la justicia humana universal.