Calle Nueva Dentro, lugar del vicio donde los ultraconservadores de Vitoria se «reunían» con homosexuales

La calle de Nueva Dentro era un espacio de cierta marginalidad tolerada donde incluso la policía rara vez entraba.

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En la época de la Segunda República y el Franquismo en España, la prostitución era una actividad legal que requería permiso para ejercerla. La calle de Nueva Dentro de Vitoria era conocida por ser un lugar donde se ejercía la prostitución en locales y casas particulares. A pesar de que la prostitución fue abolida legalmente durante el Franquismo en los años 50, continuó ejerciéndose en Nueva Dentro y en otras calles y ciudades de manera más o menos tolerada o permitida.

La Ley de Vagos y Maleantes, aprobada durante la Segunda República y reformada durante el Franquismo para hacerla aún más punitiva, se enfocó en la persecución de mendigos, carteristas, prostitutas y delincuentes menores. Esta ley estuvo vigente durante 62 años, con sus sucesivas reformas y su modificación para dar lugar a la Ley de Período de Hacienda Social. Durante todo ese tiempo, la mendicidad, la prostitución y la pobreza estuvieron duramente perseguidas debido a ciertos convencionalismos sociales que dejaban fuera de lo que se consideraba socialmente moral y amoral o marginal.

Marginalidad tolerada

La calle de Nueva Dentro era un espacio de cierta marginalidad tolerada donde incluso la policía rara vez entraba. Era conocida como un gueto, y los guetos suelen ser tolerados para evitar que lo que se considera socialmente una mancha se extienda más allá de ese espacio que se considera impenetrable incluso para las autoridades. A pesar de la persecución, la prostitución continuó en Nueva Dentro y otros lugares similares, y la gente era consciente de ello.

En el archivo municipal de Vitoria se pueden encontrar una gran cantidad de documentos que demuestran la competencia entre las prostitutas para ejercer la prostitución libremente en locales o en casas particulares de Nueva Dentro. A pesar de que la prostitución fue legal en esa época, siempre estuvo bajo la mirada especial de la policía debido a los convencionalismos sociales. Incluso durante la dictadura de Primo de Rivera, la prostitución era una actividad legal, pero requería permiso para ejercerla.

Una foto antigua de la calle Nueva Dentro.

Grupos homosexuales afines a la dictadura

Tomás Alfaro, el primer alcalde republicano de Vitoria en los años 30, era un hombre progresista en una época de agitación política y social en España. Pero su vida dio un giro radical cuando estalló la Guerra Civil. Al comienzo del conflicto, fue detenido por el franquismo y condenado a muerte. Afortunadamente, su pena fue conmutada, pero pasó muchos años en prisión.

Finalmente, cuando fue liberado, Alfaro regresó a su hogar en Vitoria. Sin embargo, nunca pudo volver a su vida normal. Su tiempo en prisión lo había cambiado, y se había convertido en un hombre solitario y aislado. A pesar de ello, Alfaro mantuvo su convicción de que la justicia y la igualdad eran fundamentales para el progreso de la sociedad.

Homosexuales afines a la dictadura

Pero había algo que sorprendía a muchos de sus contemporáneos. Aunque era un hombre progresista, Alfaro había hablado en alguna ocasión del gobernador civil durante la dictadura de Primo de Rivera en los años 20. Este gobernador, César Medina Bocos, había actuado «con gallardía» al amonestar a un grupo de homosexuales afines a la dictadura, incluyendo algún concejal ultraconservador, para que dejaran de reunirse en casas particulares y evitar así que se produjera un gran escándalo.

En esa época, la homosexualidad era considerada un gran tabú, tanto por los conservadores como por los progresistas. Sin embargo, Alfaro no compartía esta opinión. Creía que la libertad sexual era una parte importante de la libertad en general, y que la sociedad debía avanzar hacia una mayor tolerancia.

Desafortunadamente, el clima político y social de la época no estaba a favor de estas ideas. En 1954, se castigó por primera vez en España el mero hecho de ser homosexual. Este hecho fue un duro golpe para Alfaro y para muchos otros progresistas que habían luchado por una sociedad más justa e igualitaria. A pesar de ello, Alfaro siempre mantuvo su convicción de que la libertad y la igualdad eran fundamentales para el progreso de la sociedad.

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