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La historia de Pitis: el perro que se sirvió como manjar en la Plaza del Machete

La carne estaba deliciosa, aunque los huesecillos tenían algo extraño.

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La historia que te traigo en esta edición de Historias de Vitoria en formato breve tiene que ver con una vieja historieta que, allá por el siglo XIX, a todo el mundo en Vitoria le gustaba escuchar y contar.

Lo curioso es que, al parecer, no era una invención, sino que estaba basada en un hecho que realmente sucedió en la Plaza del Machete, alrededor del año 1828.

Por aquel entonces, esta plaza era un lugar muy bullicioso, especialmente los días en que se celebraba el mercado de ganado.

Una curiosa costumbre de los ganaderos, cuando cerraban un trato, era confirmarlo «echando la robla».

Echar la robla era una especie de ritual que consistía en que tanto el comprador como el vendedor se iban juntos a cualquiera de las tascas que abundaban en la plaza para compartir, comer y beber, celebrando así el acuerdo.

Cuenta la historia que uno de esos bares lo regentaba una popular tasquera y cocinera llamada Kattalin. Se dice también que allí acudieron un vecino de Matauco y otro de Ilarraza para «echar la robla» tras cerrar la venta de tres bueyes.

El guiso que les sirvió Kattalin les supo a gloria.

La carne estaba deliciosa, aunque los huesecillos tenían algo extraño.

De todas formas, tan satisfechos quedaron que encargaron a la tasquera una nueva comida igual para el siguiente jueves de mercado.

Pasados los días, cuando aquellos dos aldeanos volvieron y estaban a punto de entrar de nuevo en la tasca de Kattalin, justo en la puerta escucharon cómo un chiquillo, al verlos, no pudo disimular una sonrisa y gritó hacia el interior: “¡Madre, que ya vienen los que se comieron a Pitis!”.

Al oír aquello, los aldeanos se quedaron de piedra, lo que aprovechó un conocido bromista que por allí pasaba para comentar que, en efecto, hacía días que la justicia de Vitoria estaba buscando a un recién nacido, hijo de una criada, que al parecer había sido secuestrado.

El susto que se llevaron los aldeanos fue mayúsculo, pues pensaron que aquella carne tan tierna que habían comido la semana anterior perfectamente podría ser la de un niño.

La situación no pintaba bien.

Sin embargo, todo se resolvió cuando la propia Kattalin salió y confesó la verdad.

Lo que ella les había cocinado sí que era un ser al que todos llamaban Pitis, pero no era, por supuesto, el recién nacido desaparecido, sino un perro gordo y rechoncho que solía merodear por la plaza.

En fin, al parecer Kattalin era una mujer de recursos y, al no tener con qué comprar cordero, echó mano de lo primero que encontró.

Y así es la historia que os he contado.


INFORMACIÓN DEL AUTOR

ISMAEL GARCÍA

Doctor en historia. Colaborador de GasteizBerri desde 2021 en temas relacionados con la historia. También le puedes seguir en www.historiadevitoria.com

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