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El precio de las bolsas: entre la ecología y la publicidad encubierta

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Desde el 1 de enero de 2021, la normativa española prohíbe la entrega gratuita de bolsas de plástico ligeras y muy ligeras, salvo que sean compostables. Esta medida, alineada con la legislación europea, busca reducir el impacto ambiental del plástico de un solo uso. Sin embargo, la aplicación de estas normas ha generado situaciones que merecen una reflexión más profunda.

La intención del Real Decreto 293/2018 era clara: desincentivar el uso de bolsas de plástico mediante su cobro, promoviendo alternativas sostenibles. En teoría, el consumidor asumiría el coste de su impacto ambiental y, a largo plazo, se fomentaría el uso de bolsas reutilizables. En la práctica, el resultado es más ambiguo.

Por un lado, el consumo de bolsas de plástico no parece haber disminuido de manera significativa. Por otro, la industria y el comercio han encontrado en esta regulación una oportunidad para obtener beneficios adicionales. Ahora, no solo se cobra por las bolsas de plástico, sino también por las de papel, que hasta hace poco eran consideradas una alternativa ecológica viable.

El caso de las bolsas de papel es particularmente llamativo. Se supone que son reciclables y menos contaminantes que las plásticas. Sin embargo, muchos comercios han optado por cobrarlas sin que exista una regulación que lo exija. Aquí es donde surge una paradoja: las tiendas han convertido un elemento necesario para el transporte de los productos en un artículo de pago sin más justificación que el beneficio económico.

Además, el cobro de las bolsas no es el único problema. Muchas de ellas, ya sean de papel o plástico, llevan impresos los logotipos de las tiendas. Es decir, el consumidor no solo paga por la bolsa, sino que también se convierte en un soporte publicitario ambulante sin recibir ninguna compensación a cambio. ¿Por qué una empresa debería cobrar a sus clientes por llevar su marca por la ciudad?

Mientras tanto, el comercio electrónico, tantas veces señalado por su impacto en el comercio tradicional, ofrece envíos a domicilio sin costes adicionales por el embalaje. Si una tienda física no facilita una solución razonable para el transporte de los productos, ¿puede sorprenderse de que cada vez más personas opten por comprar por internet?

La solución parece evidente. Si de verdad queremos reducir el consumo de bolsas de un solo uso, la mejor opción es apostar por alternativas reutilizables. Existen bolsas plegables, impermeables y de gran capacidad que pueden llevarse siempre encima, evitando así el dilema del cobro y la publicidad involuntaria.

El consumidor no es ingenuo. Sabe cuándo una medida busca proteger el medio ambiente y cuándo se convierte en una estrategia comercial. Si el objetivo es realmente ecológico, lo coherente sería incentivar el uso de bolsas reutilizables en lugar de convertir una necesidad en un negocio más para las empresas.


INFORMACIÓN DEL AUTOR

ANDRÉS MAYO

Colaborador de GasteizBerri.com desde el año 2020.


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