Plasma/plasta democracia vasca: Urkullu (capítulo 3º)

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EUSKIZOFRENIA | En 36 años como periodista he conocido 5 lehendakaris: Garaikoetxea, Ardanza, Ibarretxe, López y Urkullu. Aún recuerdo la desazón que me invadió en 2012 al darme cuenta que soy dos meses más viejo que el actual presidente del Gobierno Vasco. El martes asistí en Ajuria Enea a la presentación de su nuevo/viejo equipo. Sorprende que no haya mandado a casa a Iñaki Arriola, a quien acabará salpicando toda la basura política acumulada en el vertedero de Zaldibar. Que le sostengan al frente de Planificación Territorial y Vivienda puede ser un indicio de que quieren arroparle de cara a la tormenta política y judicial que le espera. A él y al Lehendakari Urkullu.

En los jardines de Palacio, los periodistas fuimos colocados frente a un par de pantallas de televisión para ver a Urkullu desgranar con su monótona voz los aburridos decretos de nombramiento de sus consejeros. Con la excusa de la pandemia, el oscurantismo a base de plasma y ruedas de prensa sin preguntas o con preguntas dirigidas ha venido para quedarse.

Después, vimos la primera puesta en escena de los 4 nuevos consejeros: Jokin Bildarratz y Gotzone Sagardui en las carteras de Educación y Salud sustituyen a Cristina Uriarte y NekaneBirus (La Murga de la Murga). Son las víctimas colaterales del COVID-19. Un madrileño, Javier Hurtado, demuestra que se puede nacer en cualquier sitio para ser consejero. Y esto lo escribe otro madrileño que nació en la capital del Imperio 20 años antes que él.

De Olatz Garamendi sólo puedo elogiar su habilidad para subir las escaleras de Ajuria Enea sin caerse desde lo alto de sus sandalias con enormes plataformas. Empuñando la cartera de Autogobierno tendrá que demostrar también dotes de equilibrista para arrancar a Madrid las transferencias pendientes. En definitiva, nada nuevo bajo el sol. PNV y socialistas llevan gobernando Euskadi 40 años.

La «famiglia» jeltzale mantiene saneados todos los negocios que pusieron en marcha gracias al dinero público. La red clientelar que alimenta a hijos, sobrinos, nietos, amigos y militantes de los burukides sigue navegando viento en popa a toda vela. De vez en cuando, tiene que sortear tempestades como las del Caso De Miguel o Zaldibar, pero que nadie piense que se les va a acabar el chollo.

Nuestro aparato judicial dependiente del poder político impide que el que la hace la pague. El trifachito PP-PSOE-PNV sigue siendo un valor seguro para quienes quieran invertir su capital. Y ustedes, como yo, a pagar impuestos. Sin nuestra gasolina, el motor de este gran negocio se pararía.

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