Ramón Ibeas, Cáritas: «Vitoria es una ciudad tremendamente solidaria pero es tremendamente cruel»

ENTREVISTA

La población en situación de exclusión severa en el País Vasco llega al 8,8%, la exclusión moderada al 6,4%; las personas que están precariamente integradas: un 26,2%. La gente que dice que está plenamente integrada son el 50,6%.


Han pasado más de 50 años desde que Cáritas se puso en marcha en nuestro país para hacer frente a la pobreza social con el respaldo de la Conferencia Episcopal. En palabras de Ramón Ibeas [secretario general de Cáritas en Vitoria-Gasteiz], “estamos continuamente mirando la sociedad para intentar ayudar a quienes más dificultades tienen en ella”.


Titulares de la entrevista

  • A lo largo de la historia el sujeto va variando, los pobres varían.
  • No quiere decir que las pobrezas de siempre no hayan desaparecido.
  • Esto no se soluciona a base de servicios sociales. Son cuestiones estructurales.
  • Lo que tiene que hacer la administración es asegurar derechos que la Constitución concede a las personas.
  • Siempre he considerado que Vitoria es una ciudad tremendamente solidaria pero es tremendamente cruel.
  • Un cuarto de la población está funcionando fuera del esquema.
  • Las administraciones no están para mantenerse a sí mismas, están para ayudar a los ciudadanos.
  • El tema del alquiler de vivienda en Vitoria es un problema.

A continuación te ofrecemos la entrevista que hemos realizado al señor Ibeas para saber cómo está viviendo la institución la crisis social-económica que está causando la pandemia causada por la COVID-19.

Pregunta: ¿Qué es Cáritas?

Respuesta: Cáritas nace como institución en 1965. Nosotros estamos continuamente mirando la sociedad para intentar ayudar a quienes más dificultades tienen en ella. Y al final es la organización que dentro de la Iglesia Católica trata de ayudar a las personas en situación de necesidad, a los pobres. Esa es nuestra función. ¿Qué es lo que ocurre? Que a lo largo de la historia el sujeto va variando, los pobres varían.

Y hemos hecho de todo, desde repartir leche americana en la época de la posguerra hasta fundar la Fundación Jacqui para trabajar con las toxicomanías en la época de la heroína, hasta montar los despachos de acogida en las parroquias, hasta montar empresas de inserción. Hemos hecho de todo y seguimos haciendo de todo, depende siempre de a quien tengamos que ayudar.

P: ¿Ha cambiado el perfil de las personas necesitadas?

R: Ha cambiado mucho desde que empezamos. En los últimos años, y nos ponemos en este siglo del año 2000. En el año 2000 nos encontramos fundamentalmente con una ola migratoria, la segunda ola migratoria, porque la primera gran ola migratoria en Vitoria fue la de gente que venía del resto del Estado a buscar empleo. Esa es la década de los 60. En esta segunda ola migratoria es de personas que vienen de fuera del Estado. Entonces empezamos a trabajar fundamentalmente como personas migrantes, lo cual no quiere decir que las pobrezas de siempre no hayan desaparecido.

Las que tienen que ver con consumos, incapacidades, soledad o la edad están presentes. Pero si aparece el perfil migrante, un migrante que trata de buscar empleo ya que se le va complicando la cosa sobre todo en el año 2008. En el año 2008 con la crisis se cae fundamentalmente el empleo en la construcción, donde más migración hay trabajando. Pero no sólo eso, la crisis repercute también en otros ámbitos. Hay muchísima gente que se queda en paro y volvemos a algo que está cronificado en España. 

Los primeros estudios que Cáritas ya señalaban que en torno a un 20-25% de personas están en situación de vulnerabilidad. Esa cifra no ha bajado nunca, ni en la época de Franco, ni en la época de los gobiernos socialistas, ni de gobiernos populares.

Nunca hemos conseguido bajar de ahí. Tenemos un problema estructural que afecta al 25% de la población. Y eso está ahí. Cambia el rostro, cambia el perfil, pero seguimos estando ahí. Y en estos momentos volvemos a estar ahí. Está claro que nosotros siempre estamos trabajando con esos núcleos de personas que no terminan de encontrar un lugar en el mundo. 

P: ¿Hay pobreza en Euskadi?

R: La población en situación de exclusión severa en el País Vasco es el 8,8%, la exclusión moderada es el 6,4%. Ya estamos en un 15,2%. Pero si a eso le sumamos las personas que están precariamente integradas, que son un 26,2%, nos acercamos mucho al 50%. De hecho, en el País Vasco, la gente que dice que está plenamente integrada son el 50,6% [datos del 2018].

No conseguimos levantar cabeza con demasiada holgura. Y esto es algo que está cronificado entre nosotros, tenemos uno de los grandes problemas que a ver si somos capaces de resolver. Pero para eso hay que tocar la estructura del país. Este es un problema estructural. Esto no se soluciona a base de servicios sociales. Son cuestiones estructurales.

P: ¿Qué crees que habría que hacer para disminuir o eliminar este porcentaje?

R: Eliminar el porcentaje siempre va a ser complicado porque hay situaciones que tienen muy difícil solución, pero desde luego un mercado laboral menos desastroso que el que tenemos en España sería bueno, en el que la precariedad es un lugar habitual. Tengamos en cuenta que en España más del 25% de la economía está sumergida y en Euskadi andamos en torno al 18-19%. Eso quiere decir que un cuarto de la población está funcionando fuera del esquema, digamos, regularizado. A partir de ahí, en el regularizado nos encontramos con que entre 20-30% de los contratos son precarios, de muy poca duración. Estamos en el 50% de la población. Y el otro 50% de población, nos encontramos con que los indefinidos no son más del 20%, con lo que nos encontramos en una situación en la que el mercado laboral es determinante.

Probablemente tenga que ver con el modelo económico. El Producto Interior Bruto español se sustenta en un 15% en torno a lo que tienen que ver con el turismo. El turismo normalmente genera empleo de temporada y por tanto parcial. Tenemos un problema muy serio de estructura, más allá de los problemas endémicos en la política española, que tienen que ver con la corrupción, con el fraude, etcétera, etcétera, que también está ahí. Entonces hay muchas cosas que arreglar, pero muchas. 

P: ¿Visteis venir la crisis del 2008?

R: Yo no voy a decir que nosotros ya lo vimos venir porque no es verdad. Pero sí que en el año 2006-2007 empezamos a darnos cuenta de que algo pasaba. Empezaron a hacer perfiles que no eran normales en los despachos de Cáritas, personas que habían conseguido un cierto espacio social y empezaban a aparecer ahí. Y nos extrañaba. Luego nos dimos cuenta de lo que venía. Eso llegó en el 2008. 

A partir del 2008 estuvimos subiendo en torno a un 100% al año de atenciones, pasamos de 230 atenciones al mes a casi 1200. En un período muy corto de tiempo, era del 2008 al 2012. De ahí hemos ido bajando, pero todavía estamos doblando los niveles en 2008. En estos momentos estamos por encima de las 700. En estos momentos estamos duplicando la pandemia, pero seguimos estando tres veces por encima del 2008.

P: ¿Por qué motivo acude la gente a Cáritas?

R: Dicho en una frase: poder llegar a fin de mes. No me da para pagar el alquiler, mira que empieza el curso y no tengo recursos para los chavales, que han cerrado el comedor y en casa ya no nos dan para comer porque los niños comían en el colegio. Estamos hablando de cosas muy, muy básicas. Estamos hablando de dónde dormir, la alimentación, el vestir y esos gastos básicos que se producen en las familias que no pueden enfrentar un gasto extra de ninguna de las maneras. Eso es lo que fundamentalmente nos encontramos desde la perspectiva económica y lo que nos estamos encontrando desde la perspectiva social es muchísima gente sola y con mucha desesperanza, pero personas que han perdido el empleo y han perdido sentido de vivir porque al final saben que por edad les va a ser muy difícil encontrarlo. Y no hay otras alternativas. Verdaderos dramas vitales.

P: ¿Qué deberían hacer desde la administración?

R: La Administración lo que tiene que hacer es asegurarles a las personas los derechos que la Constitución nos concede, el derecho a una vida digna. Eso es fácil decirlo. Es bastante más difícil llevarlo a cabo. ¿Y por qué? Pues porque tienen límites que la realidad te pone delante. Pero no se debería perder el horizonte. Las administraciones no están para mantenerse a sí mismas, están para ayudar a los ciudadanos. Es lo qué diría yo a la Administración. Nosotros tampoco estamos para mantenernos a nosotros mismos, estamos para ayudar, lo cual no quiere decir que no haga falta una estructura mínima, porque sin estructura la ayuda termina siendo un desastre. 

La acción social no organizada es un absoluto desastre. ¿Por qué? Porque pasa aquello que dice en el Evangelio San Pablo, que queriendo hacer el bien o el mal. Sin querer, sin querer, pero al final terminas generando un problema mucho mayor que el que has querido solucionar.

P: ¿Os habéis encontrado con situaciones en las que no habéis sabido cómo actuar?

R: Si, hay paredes muy difíciles de derribar. Yo siempre he considerado que Vitoria es una ciudad tremendamente solidaria pero es tremendamente cruel, también. En estos momentos el tema del alquiler de vivienda en Vitoria es un problema. No queremos alquilar los pisos a personas que no son nacionales. Aunque puedan caber. Y eso está siendo un problema muy serio de muchas familias que están viendo que su espacio vital está en  continua precariedad. Esa es una barrera que es absolutamente real. 

Otra barrera son las circunstancias que la vida nos pone delante. Personas con una salud mental muy deteriorada es muy difícil hacer un proceso de ningún tipo, son con las que más hace falta paciencia y muchísimo tiempo. A nuestra sociedad, lo que le falta es paciencia y tiempo. Lo queremos todo y lo queremos ya. Y eso en lo social no suele funcionar. Pues ahí tienes otra barrera. El mundo no es infinito y la posibilidad de ayudar tampoco.

Con lo que si te encuentras son los límites, bien sean presupuestarios, de personas o con la realidad. Al final puedes y debes hacer lo que puedes e intentar dar un paso más allá o dos más allá. Es que soy realista. Si cuando criticamos la parte del desarrollo económico decimos que no se puede crecer y crecer infinitamente, el infinito no puede crecer en nada. 

P: Durante la pandemia estamos viendo que muchos Gobiernos dan más prioridad a la economía que a lo social. ¿Cómo recibe este mensaje?.

R: Con respeto. Porque si no cuidan la economía social, que está mal, va a estar peor. Es muy difícil porque a mí me toca el  final, a mí me supera hacer de gerente de una pequeña empresa como Cáritas, que tiene 42 trabajadores, 880 voluntarios y 2500 socios. Todo eso supone que son las herramientas con las que tienes que trabajar. Incluso nosotros a la hora de trabajar tenemos dificultades. 

¿Por qué? Pues porque la pandemia nos ha puesto ante una cuestión que no nos ha tocado resolver nunca. Entonces, yo no le exijo a nadie que dé soluciones mágicas, lo que le exijo seriedad y a veces en política lo que falta seriedad.

Pero no creo. No hay varitas mágicas. Y lo más fácil siempre es decir que no, pero es un inútil. Eso nos relaja mucho, pero no arregla nada. Yo llevo cómo llevo toda la vida, porque esto es una cuestión de fe. Y Dios esto es lo que nos dice, que tenemos que ayudar a los pobres. 

No nos endurecemos, pero nos acostumbramos, desgraciadamente. Cuando me imagino que a los médicos les pasa lo mismo cuando están en urgencias y ven tantas calamidades al final, que hay cosas que ya se mecaniza. Pero lo malo es cuando alguien lo termina convirtiendo en algo que no le afecta. Claro que nos afecta. Lo que pasa es que tenemos que aprender también y es un proceso de aprendizaje. A poner eso en su sitio para poder ayudar.

El exceso de afectividad tampoco ayuda. Pues primero, no sé si se acerca lo peor o lo anterior a lo peor, o lo anterior a lo peor de lo peor. No lo sé. Porque no sabemos más adelante lo que estamos, qué es lo que nos va a pasar. Probablemente terminaremos conviviendo con la COVID-19, igual que convivimos con la gripe. Vamos a tener con él un curso hasta conseguir meterlo en nuestra vida de forma ordenada.

P: Durante esta pandemia, ¿habéis tenido que hacer algo que no habías hecho nunca?

R: Pues tuvimos que hacer tres cosas que no habíamos hecho nunca antes. Aprender a acompañar a la distancia. Para nosotros el contacto visual físico es muy importante. Y de repente nos vimos teniendo que acompañar en la distancia. Ha sido todo un proceso de aprendizaje. 

Con demasiada facilidad, sobre todo a las administraciones públicas. Lo convirtieron todo online. Ese es otro de los muros que te encuentras. Hay muchísima gente que no tiene ordenador, ni wifi ni tiene nada. Y de repente nos encontramos con unos espacios de marginación que también han asumido nuestra propia gente. La teníamos que proteger.

Tuvimos que organizar retenes de voluntarios, trabajadores. Tuvimos que repensarlo absolutamente todo. Y en algunas cosas acertamos. ¿Y en otras? Cerramos el servicio de empleo porque todo se cerraba y porque entendíamos que no iba a haber empleo. Y nos dimos cuenta muy prontito que los que se morían eran personas mayores que tenían cuidador o cuidadora y se quedaban en paro. 

P: ¿Podrías contarnos algún caso?

R: Te voy a poner dos ejemplos de personas que probablemente en la vida pensaron que tenían que llamar a Cáritas. Uno es un matrimonio de Vitoria mayores. Ochenta y pico años que nos llamaron para ver si podíamos sacarles el perro a pasear.

Ellos no podían porque estaban confinados. No podían salir. Y un voluntario de Cáritas se iba todas las mañanas y todas las tardes a sacar al perro un ratito. ¡Si a mí si me dicen hace diez años que eso tendríamos que hacer desde Cáritas, hubiese dicho no!, pero si. Pues lo hemos tenido que hacer. Y otro ejemplo nos llamó otra persona que reside fuera de la ciudad diciéndonos que a ver si nos podíamos acercar a casa de sus padres, porque había hablado con ellos por teléfono y no les había sentido bien.

Y que se había preocupado. Fuimos, estuvimos charlando con ellos, con el matrimonio y estaban como estábamos todos: nerviosos y asustados, pensé que eso con la edad todavía se lleva peor y no les costaba nada. Pero estaban tristes y habían transmitido al hijo esa tristeza. 

P: ¿Es emocionante trabajar con las personas?

R: Tratar con personas es emocionante siempre. Aún cuando te cabreas, lo más rico de la vida es la relación interpersonal. También es lo más difícil. Es mucho más fácil manejarse con una máquina una vez que aprendes cómo funciona, funciona siempre. Pero no te da ninguna satisfacción. Porque sabes que hace lo que tiene que hacer y como muchos, de vez en cuando te cabreas, que es cuando se estropea.

Jon Larreategi
Periodista. Cubre información local en Vitoria-Gasteiz desde el año 2015. Antes fue colaborador en Onda Cero Vitoria. Fundador de la emisora Radio Siberia de Vitoria-Gasteiz, donde dirige el programa 'GasteizBerri' y edita programas especiales.

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