
Txaro Arrazola, la pregonera de las fiestas de La Blanca 2023 de Vitoria-Gasteiz, se muestra emocionada, nerviosa y agradecida por ser parte de las fiestas patronales.
Durante la entrevista, comenta que en su discurso planea hablar sobre sus experiencias en las fiestas a lo largo de su vida, especialmente en cómo eran cuando era niña y luego en su juventud.
Es artista y destaca que su arte aborda temas urgentes como la crisis económica, los refugiados y la justicia social. También explica que siempre ha estado interesada en temas sociales y ha utilizado el arte como una plataforma para generar reflexión y conciencia sobre estas cuestiones.
Además, comenta su experiencia viviendo en Nueva York y la diferencia cultural y social que experimentó.
¿Qué se siente al ser la pregonera de las fiestas de tu ciudad?
Es una emoción difícil de explicar. Es como una mezcla de miedo, emoción y orgullo, ¿sabes? Unos nervios, pero de los buenos. También siento mucho agradecimiento.
¿Te lo imaginabas alguna vez que lo hubieras pensado?
En la vida me hubiera imaginado.
¿Y ahora que te ves en una situación así, que tienes que hacer el discurso, ya has pensado qué decir?
Sí, hay que escribirlo. Los nervios que te entran al hablar de tus fiestas, en el preámbulo de las fiestas de tu ciudad. Intento escribir sobre cómo me lo he pasado en las fiestas a lo largo de mi vida. Este año cumplo 60 años, y estoy reflexionando sobre cómo eran las fiestas en distintas edades que he vivido. Recuerdo que de niña nuestros padres nos llevaban cerca de mi familia paterna en Armentia, donde veíamos pasar la Noria y pasábamos todo el día en el Tren chuchu y las barracas. Las fiestas más intensas fueron a los 15, 16, 17 y 18 años, saliendo con la cuadrilla y sin necesitar mucho. Lo que quiero resaltar son esas fiestas horizontales en las que no hace falta tener mucho para pasarlo bien, salir con amigos, bailar, reír y disfrutar de las fanfarrias. Esas fiestas donde la gente se vuelve más niña, más graciosa y más amable.
¿Cuándo dijiste en tu casa que te habían llamado para ser la pregonera, ¿qué te dijeron?
Mis padres están superorgullosos, son muy vitorianos y quieren estar en primera fila. Mi padre tiene 95 años, mi madre es más joven, pero van a estar ahí, supercontentos, más que yo.
Eres artista. Desde el 2003, tu arte ha sido una plataforma para abordar temas urgentes como la crisis económica, los efectos del cambio climático o la difícil situación de las personas refugiadas. ¿De dónde viene tu deseo de construir una sociedad más justa y responsable a través de la creación?
Creo que lo he absorbido en mi casa, el arte no es solo por el arte, sino por servir a causas y fomentar la reflexión. Siempre he estado involucrada en asociaciones, como Cruz Roja o grupos de tiempo libre, interesándome y preocupándome por la igualdad en la distribución de la riqueza en el mundo.
Este tema está presente en mis pinturas desde pequeña. ¿Por qué algunos sufren mientras nosotros vivimos cómodamente aquí? Deberíamos tener acceso equitativo a recursos como la educación y las vacunas. Es esencial cuidar lo público y detener el desmantelamiento de la sanidad y la educación. Debemos seguir luchando por esto en la medida de lo posible.
¿Te has encontrado respuesta ya a esas preguntas que te hacías de pequeña?
No, porque lanzas preguntas como una manera de pensarlas, de repensar, pero nunca encuentras respuestas. Y, además, las respuestas cambian. El tiempo, la época, el mundo cambia superrápido ahora. Entonces, lo que te valía ayer, hoy ya no te vale.
Viviste en Nueva York, ¿verdad?
Sí, viví tres años allá.
Nueva York y Europa, bueno, España, Nueva York. Años de diferencia a nivel social y cultural, me imagino, ¿cómo fue ese choque cultural?
En Europa, creo que el nivel de vida es mejor en general, con una calidad de vida superior, aunque existen diferencias entre el norte y el sur de Europa. Por otro lado, en Estados Unidos, hay mucha gente sin hogar y se ve una sociedad bipolar con avances y degradación social.
Mi experiencia fue muy enriquecedora. Al principio, viví en un loft en una fábrica, pagando una renta muy baja. Durante un año, estuve aprendiendo inglés mientras pintaba y trabajaba limpiando apartamentos para pagar el alquiler. Gracias a que dominé bien el inglés, pude solicitar y obtener una beca Fulbright, de la cual me siento muy orgullosa. Con esa beca, realicé un máster en Estados Unidos, donde pasé dos años. Durante el primer año, recibí la beca, pero en el segundo tuve que luchar mucho.
Trabajé en un restaurante mexicano los fines de semana y entre semana asistía a clases, además de hacer bocadillos y cafés para ganar dinero. Aprendí mucho durante ese tiempo y me di cuenta de que el arte, especialmente el arte callejero, es una pasión romántica, pero no tiene una gran demanda social. Requiere mucha inversión y esfuerzo sin obtener retribuciones inmediatas.
Al regresar, encontré una oportunidad para dar clases en la Universidad de Bellas Artes, lo que me permitió combinar la docencia con mi trabajo artístico, como exposiciones y pintura.
Cuando ves estas semanas atrás que está volviendo la censura, como artista, ¿cómo te sientes?
El mundo está volviéndose más norteamericano en el sentido de que hay mucha hipocresía. En Internet hay acceso a contenidos bestiales, pero públicamente todos tienen que aparentar ingenuidad. Esto es terrible, ya que representa una regresión cultural. Sin embargo, prefiero creer que no tendrán éxito. Es triste y preocupante ver cómo también se perpetúan los roles tradicionales de las mujeres, confinándolas a lugares similares a los de nuestras tatarabuelas. No puedo aceptar esto, no me lo creo.
¿Cuánto importante son las becas y los reconocimientos por parte de las instituciones, por ejemplo, para sacar adelante una carrera artística?
Vengo de una familia humilde y trabajadora. Mi padre trabajó en Mercedes y mi madre en un supermercado. Ella se dedicaba a trabajar en casa, lo que también es trabajo a tiempo completo. Las becas fueron esenciales para nosotros, éramos tres hermanos y necesitábamos apoyo. La educación y las ayudas son fundamentales para quienes se dedican a actividades menos valoradas socialmente, aunque la pandemia demostró su importancia al mantenernos conectados y alimentarnos emocionalmente.
La cultura está más presente de lo que nos podíamos imaginar o de lo que nos podíamos imaginar, ¿no?
Sí, totalmente. A veces no nos damos cuenta de que dedicarse a lo que te gusta implica mucho esfuerzo y sacrificio. La gente tiende a pensar que es fácil, pero en realidad, trabajar en proyectos artísticos requiere un desgaste enorme. Además, hay que trabajar en dos cosas a la vez para poder mantenerse y seguir creando. Es una carrera de fondo, donde pasan años sin recibir mucho a cambio. Al final, tienes que comer.
¿En qué estás trabajando en la actualidad?
Estoy haciendo una serie sobre los efectos devastadores del capitalismo en el paisaje, como la quema masiva, los incendios y los basureros tóxicos, que nuestro planeta no puede asimilar. La sobreproducción también tiene su lado oscuro. A veces, mis pinturas aparentan ser paisajes agradables, pero revelan dureza y reflexión al observarlas.
Considero que es hora de actuar en lugar de solo reflexionar, ya que el tiempo apremia. Los efectos de los vertidos masivos de CO2 son evidentes y es urgente tomar medidas.
Además de esto, tengo proyectos en marcha, incluido dirigir un grupo de arte y feminismo en la universidad. Estamos estableciendo una red internacional con grupos de Inglaterra y enfocándonos en dar a conocer a las artistas del País Vasco. Históricamente, este lugar ha sido conocido por sus artistas masculinos como Chillida, Oteiza, Basterretxea e Ibarrola, pero hay muchas artistas mujeres talentosas, como Ferrer, especializada en performance, y otras que merecen reconocimiento. Estamos creando un archivo con grabaciones donde hablan sobre su trabajo, con el objetivo de darles visibilidad y resaltar sus valiosas contribuciones.
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