
Desde este lunes, las agujas del reloj de San Miguel han dejado de marcar el paso del tiempo. El mecanismo, que desde hace más de siglo y medio da vida a la torre de la Virgen Blanca, se detiene durante tres meses para someterse a una restauración integral.
La maquinaria ha sido desmontada pieza a pieza, como si se deshiciera el tiempo, para ser trasladada a un taller de Vitoria donde se llevará a cabo su reparación. La empresa local Relojería Miriam – Hermanos Suescun es la encargada de esta delicada operación, con un presupuesto de 30.250 euros. El objetivo es devolverle el ritmo perdido a este histórico reloj, antes de que su deterioro sea irreversible.
Desde GasteizBerri ya adelantamos en mayo los planes del Ayuntamiento para esta intervención. Entonces, ya se destacaba la necesidad de actuar con precisión de relojero para conservar uno de los símbolos más reconocibles de la ciudad.
Las piezas vuelven a encajar
Uno de los hechos más significativos de esta restauración es la recuperación de varias piezas originales que se creían extraviadas. Un heredero del antiguo responsable del mantenimiento encontró en un inmueble de su propiedad diversos elementos del mecanismo. Tras su análisis, se confirmó que pertenecían al reloj de la torre de San Miguel.
Estas piezas —auténticos engranajes del pasado— han sido conservadas en el almacén de la empresa y ahora se incorporarán al proyecto de rehabilitación, encajando de nuevo en su lugar, como si nunca hubieran salido del mecanismo.
Además de estos elementos históricos, la restauración contempla la fabricación de nuevos engranajes con materiales de mayor calidad, utilizando técnicas tradicionales de tallado del siglo XIX. También se recuperará la decoración original del reloj, devolviendo así al conjunto su aspecto más fiel.
Un reloj con el pulso de la ciudad
El reloj de San Miguel no solo marca las horas. También marca los momentos más esperados del año. Cada 4 de agosto da paso al estallido del chupinazo con la bajada de Celedón, y el 9 señala su subida, poniendo fin a las Fiestas de La Blanca.
Durante esos días, miles de ojos miran hacia la torre esperando que las agujas alcancen la hora exacta. Por eso, aunque el tiempo se haya detenido temporalmente, el reloj sigue latiendo en el imaginario colectivo de Vitoria-Gasteiz.
Fabricado en 1857 y aún dando cuerda a la historia
El reloj fue fabricado en 1857 en Madrid por Tomás De Miguel, quien lo definía en su propuesta como un aparato “fuerte y de buena construcción que marque las horas y minutos, con ruedas de bronce, piñones de acero, con su esfera de cristal raspado con su marco, cuyo disco sea de ocho pies de diámetro y su quinqué de reverbero para iluminarla”.
Desde entonces, ha dado cuerda a la historia de la ciudad. La última gran puesta a punto fue en el año 2000, cuando se limpiaron piezas, se ajustaron engranajes, se rectificaron pivotes y se fabricaron componentes nuevos.
Sin embargo, el tiempo no se detiene. Y ahora, con el paso de los años, la maquinaria vuelve a mostrar señales de desgaste.