Mamparas de plástico, plexiglás o metacrilato, las hemos visto de todos los tamaños y formas y -prácticamente- en todas partes desde que comenzó la pandemia. Separan a todos los expertos de la Comisión Científico-Técnica del LABI como se puede ver en la foto que ilustra esta noticia, a todos los parlamentarios del Parlamento Vasco y a los trabajadores de las tiendas de cara al público, entre otros. Todos los empleados se encargan de limpiarlas varias veces al día y han pasado a formar parte del paisaje natural en comercios, supermercados y hasta aulas de enseñanza desde que llegó el coronavirus. Pero podrían no ser tan beneficiosas como creemos, tal y como diversos expertos llevan tiempo apuntando y tal y como publica esta semana Tara Parker-Pope en el New York Times.
La causa es clara: el coronavirus se trasmite principalmente por aerosoles. Los aerosoles hacen «lo que quieren» con estas «barreras», ubicadas entre personas en tiendas (o reuniones del LABI). Los aerosoles «vuelan» como el humo de un cigarro, e incluso pueden llegar a acumularse más si les ponemos impedimentos a las corrientes de aire naturales de los espacios.
“Si tienes un bosque de barreras en un aula, ese bosque va a interferir con la correcta ventilación de ese espacio” declara a Parker-Pope la profesora de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad de Virginia, Linsey Marr. “Los aerosoles -de todos los allí presentes- van a quedar atrapados” en las «bolsas» de aire que crean esas mamparas. A los pocos minutos, inevitablemente, esos aerosoles “van a expandirse más allá de tu escritorio”.
Protegen de las partículas de toses y estornudos, pero no de los aerosoles
Por supuesto las protecciones físicas funcionan en ciertas situaciones. Nos protegen de las partículas que proyecta una persona cuando tose o estornuda. Pero, el coronavirus se trasmite con mayor frecuencia a través de las micropartículas que no podemos ver.
La realidad, afirma la autora del artículo, es que todavía no hay suficientes estudios realizados en condiciones reales sobre el impacto de las mamparas en la transmisión de la pandemia.
Pero algunos hay: un estudio publicado en Junio por investigadores de la Johns Hopkins, mostró que las mamparas protectoras instaladas en aulas estaban asociadas a un aumento del riesgo de infección de la Covid-19. Otro estudio en una escuela de Massachusetts encontró que las divisiones de plexiglás en la oficina principal impedían un correcto flujo de ventilación del aire. Y otro estudio en Georgia mostró que las barreras transparentes poco efecto tenían para evitar la transmisión del coronavirus comparados con mejorar la ventilación y las mascarillas.
Incluso antes de la pandemia, en 2014, varios científicos demostraron que los cubículos de oficina contribuyeron a la transmisión durante una epidemia de Tuberculosis en Australia.
Efectos negativos en tiendas y oficinas

A pesar de que las mamparas protegen de las gotículas o partículas más grandes (aquellas que nos hicieron creer –erróneamente– que en un espacio cerrado estamos seguros a más de dos metros de otra personas contagiadas) el efecto de rebote y contención de partículas más pequeñas, los aerosoles, podría resultar tremendamente pernicioso si queremos contener de verdad la pandemia.
Hay que recordar lo que el experto en aerosoles de la Universidad de Colorado, José-Luis Jimenez, afirmó en una entrevista realizada por este medio hace unos meses, “hay que pensar en los aerosoles como en el humo del tabaco.” Una mampara protege, en un principio, de que te dé directamente el humo de alguien que fuma al otro lado, pero tarde o temprano ese humo acabará colándose por todas partes. Esto sucede así especialmente en momentos en los que dos personas conversan durante más de cinco minutos.
Además, las mamparas de protección tienen efecto de rebote así que si bien podrían proteger temporalmente a un trabajador, también estarían desviando aire contaminado a otros clientes o a otros trabajadores. Y si además tenemos en cuenta que impiden una correcta ventilación de los espacios el siguiente cliente podría “comerse” todo lo que el cliente anterior ha exhalado en esa zona.
“Si la gente interactúa más de unos minutos, probablemente acabarán expuestos al virus a pesar de las pantallas protectoras” sentencia Catherin Noakes, profesora de Ingeniería Ambiental en Edificios de la Universidad de Leeds, en Inglaterra.
Todavía peor, los expertos avisan de que este tipo de protección puede crear una falsa sensación de seguridad a ambos lados de la pantalla protectora. Generando conductas más peligrosas todavía (como quitarse o no ajustarse bien la mascarilla, hablar en voz alta o cantar).
Deberíamos enfocar nuestros esfuerzos en otra dirección
La mayor parte de los expertos confirman que en algunas situaciones las barreras físicas sí podrían ser efectivas. Sobre todo en el caso de protecciones integrales, de esas que van desde el suelo hasta el techo. Algunos autobuses implementan ese cierre total del conductor o en algunos bancos (los más antiguos) los cajeros están completamente separados de los clientes. En esos casos los trabajadores sí están protegidos parcialmente de inhalar los aerosoles de los clientes. Pero las mamparas que suelen verse en todo Euskadi pocas veces van desde el suelo hasta el techo, y de izquierda a derecha del espacio en la que se encuentran.

“La gente no debería entrar en pánico cuando vea barreras transparentes, pero tampoco deberían verlas como una protección total”. Asegura Richard Corsi, próximo Decano de Ingeniería de la Universidad de California. “Trabajadores y estudiantes que tengan protecciones transparentes deberían mantenerse puesta la mascarilla todo el tiempo para reducir el riesgo de contagio”.
En lugar de volvernos locos con la instalación -y limpieza- de mamparas protectoras, los científicos expertos en aerosoles nos indican donde sí deberíamos centrarnos para protegernos en escuelas, centros de trabajo y en general espacios cerrados en los que interactúen varias personas: en impulsar una vacunación total, en mejorar la ventilación de los espacios, en añadir máquinas de filtrado del aire HEPA y en llevar la mascarilla (correctamente colocada) todo el tiempo.